La semana pasada nos trajo una serie de acontecimientos muy importantes para el país. Llegó el primer lote con 20,000 vacunas anti-COVID-19 para ser distribuidas entre el personal de la primera línea de combate contra la pandemia. Ha sido un hito que, a pesar del contexto internacional de las desigualdades en la distribución del fármaco, El Salvador haya garantizado el suministro. No obstante, algunos sectores de la oposición lanzaron una campaña en contra de la vacuna y criticaron «el atraso» en venir al país, a pesar de que somos la segunda nación en Centroamérica que accede a una vacuna como la desarrollada por la farmacéutica AstraZeneca en colaboración con la Universidad de Oxford.
También hemos visto concluido el «by-pass» que conduce al puerto de La Libertad, un proyecto rescatado de la corrupción de los gobiernos del FMLN, en el que se tuvo que comenzar desde cero y hacer un nuevo proyecto, ya que en el anterior había personas involucradas en actos de corrupción que ahora se encuentran detenidas. Tal es el caso de los ingenieros que supuestamente estaban a cargo de la obra, pero que no eran profesionales de verdad, sino que habían presentado títulos falsos solo para «ganar» la licitación del ministro Gerson Martínez. La nueva carretera, que ya es conocida como Camino a Surf City, es una muestra de los avances que hemos tenido en el último año, productos de la nueva administración.
El fin de semana vimos que ARENA celebró a su fundador, Roberto d’Aubuisson, señalado por el informe de la Comisión de la Verdad de ser el cabecilla de los escuadrones de la muerte y el responsable del asesinato de san Óscar Arnulfo Romero. La cúpula de este partido entonó en el Cementerio de Los Ilustres la marcha que promete hacer de El Salvador «la tumba donde los rojos terminarán», en un claro mensaje de odio contra la militancia del FMLN, que en ningún momento fue condenado por la cúpula de esta agrupación hermana de ARENA.
Estamos en la última semana antes de las elecciones de alcaldes y diputados. En la recta final nos encontramos ante dos caminos. Uno de ellos lleva al pasado, a la celebración y al culto a la muerte, y está empedrado con actos de corrupción que endeudaron al país y enriquecieron a unos pocos administradores del poder.
La nueva opción es el camino de las transformaciones reales, que en pocos meses ha dado una muestra de lo que podemos llegar a ser como sociedad.