Recuerdo cuando a mi abuela, de unos cincuenta y tantos años, le platicaba sobre situaciones que experimentaba en el centro de estudios al que asistía. Ella era capaz de convertir una situación extremadamente común en algo jocoso y que resultaba sumamente divertido, era una mujer con un gran sentido del humor. En momentos en los que la notaba muy feliz, no perdía la oportunidad, como todo niño, de pedirle algo que consideraba urgente para mí, aunque en realidad no era nada importante o valioso. Ante mis solicitudes, ella me decía que debía pensarlo antes de concederme o negarme lo que había pedido. En los momentos apropiados, mi abuela tenía un lado sereno, disciplinado, muy equilibrado; ante mis errores ella era capaz de esperar un momento, calmarse y luego hacerme un llamado de atención con las palabras correctas, sin ofenderme o llegar al castigo físico de forma inmediata.
Veintidós años después de su muerte aún puedo recordarla sonriendo repentinamente por haberme visto montar mi bicicleta sin ruedas auxiliares; claro, unos segundos después estaba ayudándome por una repentina caída por estar distraído de mi rumbo. Recuerdo también sus carcajadas cuando nos divertíamos en familia con un juego de mesa y me decía que adelantáramos una casilla sin que nadie se diera cuenta, de cualquier modo, era solo un juego y estábamos en familia, considero que realmente lo hacía para hacer un momento alegre.
Varios de nosotros en diferentes ocasiones y en momentos determinados hemos visto o experimentado esbozar una sonrisa y percibir sensaciones en nuestro cuerpo que son rápidas, casi fugaces; estoy seguro de que han podido sentir cómo diferentes cosas pasan en todo su cuerpo y casi inmediatamente desaparecen, eso es una emoción. Algunas de las emociones básicas son alegría, tristeza, miedo e ira. De acuerdo con la Real Academia Española, el significado de emoción es «alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática».
Las emociones son algo orgánico, son generales a todas las personas, resultan de la interacción de nuestro cerebro, de las sustancias que liberan en nuestro torrente sanguíneo y de las reacciones particulares en cada área donde se reciben las sustancias.
Por otro lado, tenemos los estados de ánimo, que son más prolongados, podemos dar una explicación de ellos y estamos conscientes del contexto o entorno que los favorece, estos son los sentimientos. Algunos sentimientos que podemos mencionar son amor, gozo, compasión, agradecimiento. Una de las definiciones asignadas por la Real Academia Española que considero para esta ocasión es «estado afectivo del ánimo». Tanto la emoción como el sentimiento tienen una estrecha relación.
Mi opinión sobre todos los seres humanos es que debemos estar más atentos hacia nosotros, cómo nos sentimos, reaccionamos y nos expresamos verbal o no verbalmente. Es muy importante tomarnos un momento para decidir qué haremos o qué diremos, sin dejarnos llevar, y posteriormente expresar frases como: «fue sin intención», «quise decir algo diferente», «pensé que estaba en lo correcto». Podemos disminuir las situaciones complicadas en nuestras relaciones personales, pero debemos evitar fluir de forma descontrolada en el momento de una emoción, independientemente de que sea positiva o negativa; y, por supuesto, evaluar apropiadamente nuestro contexto para tener un equilibrio apropiado al relacionarnos con los demás ante las muchas situaciones cotidianas de la vida.