La nueva Asamblea Legislativa aprobó ayer la decimosexta prórroga del régimen de excepción, para mantener en vigencia las medidas legales impulsadas por el presidente Nayib Bukele y que permiten a la Policía Nacional Civil (PNC) y a la Fuerza Armada —así como a los tribunales y a la Fiscalía General de la República— continuar la guerra contra las pandillas.
Estas disposiciones han permitido proteger a las familias salvadoreñas de la violencia ocasionada durante décadas por las maras, los grupos criminales que surgieron, crecieron y se fortalecieron durante los gobiernos de ARENA y el FMLN, mismos que llegaron a pactar con estos delincuentes para obtener beneficios electorales.
Para todos los salvadoreños, el régimen de excepción ha generado una serie de beneficios innegables, los cuales incluso son reconocidos internacionalmente y buscan ser replicados para detener a los grupos criminales. Únicamente organizaciones y grupúsculos desconectados de la realidad niegan lo que está a la vista: un pueblo que ha conquistado la paz y vive en tranquilidad y seguridad.
Hay críticas, como las que hacen medios de comunicación internacionales, que rayan en lo absurdo. Critican al presidente Bukele por enviar a prisión a decenas de miles de «ciudadanos inocentes», cuando en realidad se trata de personas que son integrantes o colaboradores de las pandillas. Es lógico pensar que si El Salvador tenía tantos criminales sueltos —gracias a la desidia o incluso complicidad de ARENA y el FMLN— y por ello tenía altas tasas de criminalidad, el camino para llegar a la seguridad y la tranquilidad pase por enviar a prisión a todos los delincuentes que violaron las leyes.
Es gracias a estas medidas que el país puede estar ahora en la lista de las naciones más seguras del planeta. Después de recibir en el país a millares de atletas y miembros de las delegaciones que compitieron en los XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe, la impresión general que se llevaron todos estos visitantes es que El Salvador es un país donde se cumple la ley y no hay delincuencia. El presidente Bukele logró lo que parecía imposible: que las maras sean un mal recuerdo y que ahora haya optimismo en el futuro.
El régimen de excepción es necesario porque todavía hay pandilleros sueltos, escondidos, esperando que haya una oportunidad para volver a cometer crímenes.
Mientras no se haya capturado al último de estos terroristas, el Estado salvadoreño no puede bajar la guardia, porque el bienestar del pueblo es la prioridad.