La llegada de los nuevos diputados a la Asamblea Legislativa es una oportunidad de oro para renovar la política en el país y cambiar las prácticas que han venido desarrollándose en este órgano de Estado durante las últimas décadas.
La inédita conformación del parlamento con una correlación de fuerzas inclinada totalmente hacia un partido permitirá, sin lugar a duda, acelerar los procesos y trámites, pero también ordenar lo que hasta el momento ha sido el coto de caza de muchos políticos y activistas que encontraron en las plazas estatales un modo de supervivencia con muy poco esfuerzo o solo dedicándose a actividades netamente partidarias.
Entre las cosas que va a permitir esta nueva Asamblea Legislativa están ordenar y definir qué es un grupo parlamentario, una fracción legislativa o como se le quiera llamar a los diputados de un mismo partido. En otros parlamentos del mundo hay requisitos mínimos que deben cumplirse para reconocer a un grupo parlamentario como tal. En el caso salvadoreño se necesitará tener por lo menos a cinco diputados. Los legisladores de los institutos que no sean identificados como grupos parlamentarios serán considerados diputados individuales. Esto se hace para volver eficiente el gasto y administrar de mejor manera los recursos públicos, pues no tiene sentido crear toda una estructura para un solo diputado.
Si así lo deciden, los partidos que no tengan el número mínimo de diputados para conformar una fracción deberán unirse a otros para gozar de reconocimiento legislativo y apoyo administrativo. Así sucede en otras latitudes.
Ya la Asamblea Legislativa saliente ha dado una muestra del abuso que se cometió con los asesores y las plazas fantasma, de modo que lo lógico es que no veamos más a asesores o a empleados asignados a un diputado en particular, sino a los grupos parlamentarios, de acuerdo con el peso legislativo de cada bancada. Es decir, no es lo mismo tener una carga administrativa para una fracción de 56 diputados que para una donde solo hay 14 o donde solamente habrá cinco.
Ya en el pasado hemos visto estos ensayos de administración legislativa cuando se establecía que había mínimos para la asignación de personal de acuerdo con la cantidad de diputados.
La figura del asesor debe definirse de manera técnica y práctica. Los diputados, si bien son los representantes de los ciudadanos, no lo saben todo y necesitan el respaldo institucional de especialistas en materias específicas. El asesor legislativo debe tener las credenciales académicas y la experiencia necesaria para fungir como tal y dar un aporte significativo.