Por décadas, El Salvador estuvo sumido en la miseria y la violencia de las pandillas. Los niveles de inseguridad llegaron a ser tan grandes que extensas porciones del territorio nacional vivían bajo un régimen de terror. Las maras llegaron a imponer un Estado paralelo en el que controlaban barrios, colonias y caseríos, cobraban extorsiones e imponían «su ley» (asesinando a los que consideraban soplones y a los traidores, violando a niñas con total impunidad y traficando drogas y armas).
Lo que por muchos años nos dijeron ARENA y el FMLN era que se trataba de un problema tan grande que no tenía solución, que había que esperar décadas para superarlo. En compás a estas declaraciones, organismos internacionales y ONG objetaban la captura de delincuentes juveniles y promovían las ominosas treguas con las pandillas.
Las treguas se convirtieron en pactos oscuros entre políticos y delincuentes. Bajo el pretexto de la «reinserción» y del diálogo, las maras se hicieron de más poder. Utilizaron el tiempo ganado para fortalecerse y afincar sus negocios ilícitos. Infiltraron el Estado y se colaron en los partidos políticos, donde encontraron aliados.
Todo esto terminó cuando el pueblo salvadoreño envió a la vieja clase política al olvido. La elección de Nayib Bukele como presidente fue un hecho histórico porque significó la conquista de la verdadera paz al combatir de frente y sin vacilación a los grupos criminales.
Gracias a la guerra contra las pandillas por medio del régimen de excepción y el Plan Control Territorial el país vive ahora una seguridad sin precedentes. En lo que va del primer Gobierno del presidente Bukele se reportan 575 días sin homicidios, lo que ha generado una ola de buenas noticias: los salvadoreños han recuperado los espacios públicos que las maras les habían arrebatado y el turismo ha recibido un empuje como no se había visto antes.
Ahora que se ha conquistado la seguridad, el presidente Bukele ha dicho que el siguiente paso es asegurar el crecimiento económico para mejorar las condiciones de los salvadoreños. Muchos hechos recientes refuerzan este pilar estratégico: hay más empresas extranjeras interesadas en invertir en el país, el Gobierno ha eliminado los impuestos para las nuevas inversiones y el país se ha convertido en un importante destino turístico, reconocido por importantes revistas especializadas.
El país ha logrado superar la violencia. Ahora es el turno del bajo crecimiento económico.