Durante los últimos 50 años, Otilia Trigueros de Martel ha trabajado incesante por fomentar la inclusión laboral de los jóvenes y adultos con discapacidad intelectual.
La misión no ha sido fácil, pero Otilia ha sido constante desde 1972 cuando tuvo el primer acercamiento con jóvenes en un taller de cosmetología impartido en el Instituto Salvadoreño de Rehabilitación Integral (ISRI).
A sus 20 años, descubrió una necesidad que ella con su vocación podía solventar. En menos de 10 años ya había empezado a estudiar Educación Especial y su labor con las personas con discapacidad mental desde ese momento nunca cesó.
La maestra impartió programas para el Centro de Orientación Rosa Virginia Pelletier, así como con menores de otras instituciones a quienes les ayudaba a desarrollar sus habilidades para insertarse en el mundo laboral y alcanzar un nivel de autonomía que los ayudara a mantenerse o aportar en sus hogares económicamente.
Para 1990, la experticia de la maestra y capacitadora le abrió aún más la visión. Entonces, fundó el Centro de Capacitación Laboral Progreso y creó un entorno adecuado para recibir a jóvenes y adultos con discapacidad mental para enseñarles actividades varias, así como oficios que les asegurarán una plaza en cualquier lugar.
Otilia comenta que el centro de capacitación se volvió un referente para el ISRI en la inclusión laboral, por eso es que cada año, por los siguientes nueve, recibieron cerca de 40 jóvenes del ISRI a quienes se les capacitó para trabajar.
«Fueron más de 360 muchachos del ISNA los que capacitamos, desde el año 91 al 99. Además, recibimos apoyo del Ministerio de Educación. Teníamos programas académicos y recreativos», recuerda.
Con el tiempo, la comunidad y los padres de familia encontraron en este espacio un asidero de esperanza para sus hijos. Allí, muchos lograron que sus hijos desarrollaran habilidades.
«Yo he visto las dos caras de la moneda: las mamás que se preocupaban y las mamás que los dejaban abandonados. Pero en mi experiencia, la familia siempre es el primer lugar de terapia de los niños, que luego serán jóvenes. Hay quienes creen que ellos son “eternos niños”, pero no, ellos van aprendiendo», comentó.
Las áreas de capacitación eran costura y sus derivados, con esto lograron por años sostenibilidad financiera, gracias al trabajo de los jóvenes confeccionando la canastilla maternal adquirida por el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS). Además, hacían bordados, tejidos, cortinas y todo lo relacionado a costuras rectas.
También recibían panadería, donde la producción era el estímulo porque cada joven se llevaba a casa los productos elaborados al final de la jornada.
Los frutos
La semilla sembrada con el Centro de Capacitación Laboral Progreso germinó y dio como fruto una asociación de padres de familia con personería jurídica que logró apoyo para crear otro espacio, en 2007: el Centro de Formación Laboral La Rioja.
Otilia siguió por años apoyando. Ahora, ambas instituciones siguen funcionando con los cimientos que esta maestra dejó para que los jóvenes y adultos con discapacidad mental reciban apoyo.
Pero la docente jamás ha abandonado su vocación y los 50 años que tiene de experiencia ahora se han volcado en un libro que busca ser una nueva herramienta en el arduo camino de educar a personas con discapacidad intelectual.
El documento, escrito, editado y publicado por ella y el apoyo de su familia y amigos, cuenta con un temario académico para capacitar a quienes quieran seguir con su legado. Pueden usarlo las familias y todos aquellos que sientan la vocación de hacerlo.
«“Despertar con Alegría” es un libro que nace de la experiencia. En este momento yo estoy con la disposición de apoyar para que se convierta en un modelo. Este libro ayuda a desarrollar las habilidades y capacidades del niño, del joven, para que pase a ser un adulto independiente», expresa Otilia.
El manual incluye una serie de testimonios de personas con discapacidad intelectual con éxito al haber sido formados por ella y encontrado un espacio en el difícil mundo laboral.
Otilia tiene entre manos otro proyecto que espera sea más robusto el otro año con la empresa de capacitación Industrias Diversas e Innovadoras (INDEI), con la que espera abrir espacios para educar a madres e hijos y que ellas, eventualmente, se conviertan en las facilitadoras.
La nueva apuesta tiene el mismo objetivo de toda su vida: cerrar la brecha laboral de las personas con discapacidad intelectual.
INDEI cuenta con programas de costura, principalmente, por ser un nicho con demanda inmediata.
Para más información sobre los programas de capacitación puede consultar a los teléfonos 2235-5137 y 7790-3863. También pueden visitar las instalaciones ubicadas sobre la 1.a Norte número 1234, contiguo a Clínica Comunal ISSS San Miguelito.
La familia de Otilia Trigueros, junto a la Imprenta Bonilla, hicieron posible la impresión de 500 ejemplares de este manual de formación laboral. Para Otilia es importante difundir su contenido para ayudar a más personas. Su valor es de $7 y puede adquirirse al teléfono 7790-3863 o por medio del Facebook a la cuenta Empresa INDEI.
TRES HISTORIAS DE ÉXITO
«No hay tiempo que perder para enseñarles»
Héctor cumplió 45 años. Desde pequeño, su madre detectó que había dificultades en su desarrollo de acuerdo con su edad. Sin pensarlo acudió a los profesionales de la salud, quienes confirmaron su sospecha. Durante toda su vida la mamá de Héctor estuvo presente y haciendo todo lo posible para que la discapacidad intelectual no fuera una razón para no desempeñarse en la vida laboral.
Él y su mamá lo lograron. Desde 1999 a la actualidad, Héctor trabaja en el departamento de empaque de un almacén. Héctor es apreciado por su empleador y compañeros por su responsabilidad y su buen desempeño. «Con mi testimonio quiero demostrarles lo importante que es para una persona con limitaciones especiales ser atendida profesionalmente con educación especial desde temprana edad. No hay tiempo que perder, entre más pronto le atendamos iremos viendo sus progresos», expresa la mamá de Héctor.
El trabajo le dio ingresos y salud a Ana Elsy
Ana Elsy es una joven con capacidades diversas. Su diagnóstico es esquizofrenia o discapacidad psicosocial. En la adolescencia comenzaron a manifestarse las señales de su discapacidad.
Ana ingresó a una universidad, pero no logró terminar la carrera. Su salud desmejoró y necesitó hospitalizaciones.
Sin embargo, desde que tuvo conocimiento sobre la Asociación Cooperativa de Trabajadores Especiales de El Salvador se integró como promotora de ventas. Ahí fue contratada por la cooperativa y su desempeño ha sido beneficioso para ambas partes, debido a que su salud mejoró disminuyendo las crisis. La pandemia afectó la rutina de Ana, así como a miles de empleados más, por lo que tuvo que dejar el trabajo. Pero, la estabilidad de su salud emocional no se ha visto comprometida ni ha tenido que ser hospitalizada. Ahora espera una nueva oportunidad laboral.
El más grande apoyo de una madre
La madre de Francisco es enfermera de profesión. Cuando él nació, su madre se dio cuenta de su discapacidad intelectual y de inmediato supo que necesitaría muchos cuidados especiales.
En toda la infancia de Francisco, ella estuvo pendiente de todas las terapias necesarias, al punto que cambió su horario de trabajo para llevarlo a todas las sesiones.
Francisco ingresó en 1991 al Centro de Capacitación Laboral Progreso donde pronto destacó por su habilidad para la costura, sobre todo en las costuras rectas. Fue de los estudiantes más destacados.
Su madre se involucró fuerte con el tema y fundó la Asociación Salvadoreña Pro Ayuda a Personas con Retardo Mental. Además, fue presidente de la misma por dos períodos.
Los años han pasado y ahora Francisco es el principal cuidador de su madre anciana. Ahora, él es quien le brinda todo su apoyo y cariño.