La campaña electoral legislativa empieza hoy de manera formal. Escucharemos a los políticos tradicionales ofrecer lo que han ofrecido siempre y lo que nunca han cumplido. Hoy más que nunca, los ciudadanos son los que tienen el poder de renovar totalmente la Asamblea.
El Salvador necesita una nueva clase política, que esté al servicio de la ciudadanía y que no utilice al Estado como su fuente de supervivencia y creación de riqueza. Ya es hora de pasar la página de la historia y dejar de lado a los políticos que multiplican su patrimonio tras pasar unos años como diputados.
La visión tradicional de la vieja clase política pasaba por un asistencialismo que significaba apenas un alivio temporal a las carencias estructurales. Muchos políticos aspiran a que sus votantes sean pobres para aliviarles la miseria de vez en cuando con láminas, plásticos o escobas. No tienen la visión de impulsar el desarrollo de una comunidad vulnerable revolucionando su entorno con viviendas de clase media, invirtiendo, de este modo, fondos públicos de una manera audaz y novedosa.
Los ciudadanos están hartos de que lleguen políticos a ofrecerles calendarios con sus fotografías, guacales, cántaros y delantales. Los reciben, sí; los usan, sí; pero eso no implica una solución, sino la estrategia de comprar lealtades con migajas.
En la Asamblea Legislativa y en otras instituciones de otros órganos de Estado se han enquistado clanes que han hecho del trabajo público parte de un patrimonio familiar. Esto, sin duda alguna, debe ser erradicado.
Cada tres años, los políticos ofrecen leyes y trabajo en favor de la gente. Pero cada tres años los balances del trabajo legislativo muestran un déficit enorme. En lugar de legislar por la ciudadanía, hemos visto que durante el último año y medio las energías legislativas han estado encaminadas a obstruir el trabajo de la presidencia de la república, en un afán por afectar las simpatías electorales. Sin embargo, todas las encuestas señalan un enorme deseo entre los ciudadanos por dejar atrás el pasado.
Los nuevos diputados que serán electos el 28F tendrán el reto de renovar radicalmente la política salvadoreña. Es una tarea titánica, ya que tendrán que deshacer el aprendizaje político tradicional y trabajar realmente por el bien público.
Una nueva clase política es esencial para el desarrollo nacional. Pero esta debe estar formada por gente dedicada, sin nexos con pasados oscuros y totalmente abierta al porvenir. Solo de esa manera podremos tener una nueva clase política y no el reciclaje de viejos males.