Hay libros por todas partes, son torres de torres, a la derecha a la izquierda, arriba y abajo. Por donde pasen los ojos, allí hay libros, en estantes, en muebles, apilados desde el piso y en mesas. Hay tantos que uno no sabe si reír o llorar, uno no sabe si ese lugar está lleno de dicha por todas esas obras o de tristeza porque nadie se las ha llevado.
Todos los días llegan nuevos libros a esta librería, también se van, no tanto como antes pero siempre hay quien acuda por ellos, cuenta Guadalupe Flores.
Guadalupe es de piel blanca, usa su cabello rubio y no le gusta presumir de su conocimiento sobre libros, no le gusta presumir sobre su conocimiento en general; pero sabe mucho, ama los libros y reconoce su valor uno a uno, aunque no sepa cuántos tiene acumulados.
En esta librería, una sucursal de cuatro, hay miles de libros. Es la Librería España 2, ubicada sobre la Avenida Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, una cuadra después de la ex Lotería Nacional. Todos los días abre las puertas, ubica varias mesas sobre la acera donde coloca libros, de los más vendidos y los más buscados.
Allí parecen los de Roque Dalton, Stephen King, Paulo Coelho y esoterismo, por mencionar algunos. En este mar de publicaciones hay nuevas y usadas en muy buen estado o con sus años de lectura.
Todos los ejemplares que están en las largas mesas regresan a su aposento cada tarde, en un espacio que parece estirarse detrás de las puertas.
En esta librería caminar es un malabarismo. Aquí se hace equilibrio para no patear los ejemplares; pero son los mismos muebles y las torres que restringen el paso ágil, y son ellas mismas las que detienen cualquier cuerpo que quiera caer por un tropiezo.
El olor a libro está por todas partes, huele a páginas amarillas de las reliquias, también a libro nuevo, (porque los hay). En medio de los muebles pasa la luz que permite ver los títulos por sus lomos.
Los pasillos están clasificados: hay literatura nacional, internacional, los clásicos, hay de Derecho y Medicina, de Economía y Contabilidad. En un pequeño cuarto, a la par de la entrada principal, están las ediciones nuevas. La mayoría son libros de texto para los estudiantes. Allí también está una biblia grande de pasta dura que en otro tiempo fue blanca, con letras doradas.
Con paciencia y un espíritu de cazador de tesoros, Guadalupe tiene verdaderas reliquias. Ha logrado de autores internacionales, pero también de salvadoreños y de su historia, como la Recopilación Documental de Gerardo Barrios (1856-1878), en el que están las cartas del capitán resguardadas en el Archivo General de Centroamérica, su testamento y una carta personal dirigida a su esposa Adelaida Guzmán.
También está un catálogo con una importante cantidad de obras de Rosa Mena Valenzuela (entre 1961 y 2003), una gran artista visual alumna de Valero Lecha. Ambos, un tesoro envidiable de cualquier biblioteca personal.
Guadalupe dice que todos los días recibe libros. Siempre hay alguien que los llega a vender porque su antiguo dueño dejó el plano físico, porque ya no los necesitan o porque necesitan dinero. En medio de todo, siempre llegan tesoros a sus manos.
La venta no es igual que hace 10 años, tampoco a los días previos a la pandemia, la demanda ha bajado; pero ella no deja de adquirir ejemplares. Sus puertas siempre están abiertas. Admite que ha tenido que dejar ir varios, ha aprendido que hay algunos que han dejado de ser útiles y están desfasados (su vida útil terminó) y son destinados al reciclaje.
«Hace 10 años había una demanda de libros fuera de serie. Nos daba risa que había libros viejos que eran los primeros que se vendían», comparte Guadalupe. Ella, desde pequeña, recuerda haber estado custodiada por torres de libros que exhibía su papá, José Preza, quien hace varias décadas tuvo la primera venta de libros usados por el parque Libertad. Luego, se trasladó a las cercanías del parque San José, ambos en el Centro Histórico. Su papá falleció y le heredó la venta a su nieto e hijo de Guadalupe, Herbert Flores, quien también vende libros en otra ubicación del centro. Entre ambos, y el esposo de Guadalupe, tienen varias librerías que cada día esperan a que alguien se adentre en ellas y se lleve los libros. Esta familia ha hecho de la venta de libros una forma de vida que no cambiaría por nada: «La gente siempre vuelve al libro, siempre volverán a buscarlos».
Para ella, esta forma de vida traspasa lo económico, por eso no hay racha que la desanime ni libro que desprecie: «Para mí, un libro es lo mejor que existe. Mi esposo dice que soy rara porque no me gusta la tecnología. A mí, el teléfono celular no me atrapa. Si fuera posible yo durmiera rodeada de libros».