«Cuando la vida me da golpes y me manda para el suelo
Es cuando yo más siento
Que tengo que levantarme
Que dar la cara al miedo es una forma de vencerlo»
Esas palabras de la canción «No creo en el jamás», de Juanes, son las que describen a la perfección la vida de Alejandra Gavidia, una salvadoreña de 25 años de edad que recientemente fue coronada como Miss El Salvador 2021. Su sonrisa, gracia y belleza natural adornan el rostro de una hermosa joven que, tras el encanto de toda una reina de belleza, esconde una historia forjada al calor de la intensa lucha contra sus más profundos miedos y complejos.
Alejandra es licenciada en Administración Pública y Gobierno, con maestría en Asesoramiento de Imagen y Consultoría Política y en Desarrollo Humano. También es fundadora del colectivo Asexuales SV y el pasado año 2020, Gavidia obtuvo un reconocimiento como Joven Influyente de la República por parte de la Asamblea Legislativa. Además, se destacada por trabajar para visibilizar a grupos minoritarios de la comunidad LGBTQI+.

Para Alejandra, la corona del Miss El Salvador 2021 no es el capítulo final de su historia, sino apenas una página más por escribir. Tras la dulzura de su voz y la delicadeza de sus gestos se esconde el fuego y la intensidad de una mujer que ha sabido vencer sus temores y descender al abismo de los miedos, para resurgir como un ejemplo de que la verdadera belleza de una mujer está en su espíritu de lucha y deseo de superación.
¿Quién es Alejandra Gavidia?
Alejandra Gavidia se resume en una persona apasionada. Siempre trato de ponerle pasión a todos los proyectos y programas en que me involucro, siempre pongo esa chispita que me caracteriza. Soy alguien super responsable, era del tipo de personas en el colegio que no se podía dormir si no había terminado de estudiar. Creo que también soy una soñadora, así como muchos salvadoreños. Tiendo a soñar en grande y, cuando tengo un sueño y me establezco una meta… no hay quién me pare.
Y, ¿cómo surgió la idea de participar en el certamen de belleza?
Cuando estaba en mi último año de bachillerato, tomé clases con Lilian Díaz Sol, quien en su momento fue preparadora de reinas de belleza. Fue una persona que marcó mi vida de una forma sorprendente. Esas clases las tomé porque quería y me fascinaron. Había esa cortina por ahí y ella terminó de levantarla para abrirme a un mundo nuevo de la belleza y los certámenes. Pero, lo dejé hasta ahí.
A principios de este año estaba sin trabajo e intentando conseguir un empleo y veo un pequeño anuncio para participar en Miss Universo El Salvador y me di cuenta que cumplía con algunos de los requisitos, así que llené la solicitud y, entonces, todo sucedió. Realmente fue un golpe de suerte haber visto ese anuncio y solamente me recordé de las clases con Lilian. Necesitaba hacer esto no solo por mí, sino también para honrar su memoria.

En tus redes sociales comentaste el cambio que viviste físicamente de pasar de ser una persona con sobrepeso a convertirte en el referente de belleza en El Salvador. ¿Cómo fue esa experiencia?
Durante toda mi vida siempre intenté hacer un cambio con respecto a mi peso. Siempre fui una niña con sobrepeso y eso me trajo bastantes problemas o bastantes burlas durante mi adolescencia y mi niñez. Cuando finalmente me di cuenta que ya era necesario ponerle un stop a eso, me puse las pilas y comencé con la forma apropiada: con un nutricionista y haciendo un poco de ejercicio, sin matarme de ejercicio y sin matarme de hambre.
Tardé alrededor de cuatro años poder desarrollar este cambio físico. Pero, en cuestión de un año para acá, si a mí me hubieran preguntado: «¿Te imaginas siendo Miss Universo El Salvador?», hubiera respondido: «¡No, claro que no, estás loco!». De hecho, lo confieso, cuando comencé todo este proceso de Miss Universo creí que ni siquiera me iban a considerar como candidata. Cuando finalmente me dicen que había sido seleccionada, comencé a indagar en todo lo que tenía que mejorar para dar con el perfil que se pedía.
Pero, ¿qué te motivó a iniciar ese cambio en tu vida?
Yo había probado todas las dietas y nada me funcionó. De la nada, estaba en la universidad y un maestro pasó, en menos de seis meses, de ser una talla XXL a una M. Al notar ese cambio en él le escribí por Messenger y me comentó que había estado en proceso con un nutriólogo. Cuando me dijo eso, me decepcioné un poco porque yo fui al nutriólogo cuando estaba pequeña.
Cuando era niña sufrí mucho bullying. Al ver eso, mis papás me llevaron al nutricionista, quien me dijo que él tenía una hija de mi edad, pero que ella tenía el peso correcto. Luego, me dejaba palomitas de maíz para comer, a manera de prueba. Todas esas experiencias me dañaron y por eso no quería ir al nutriólogo. Ese maestro que te cuento me dejo el contacto de un nutriólogo y lo tuve ahí varios meses, hasta que me decidí a ir.
Eso fue lo más bello que me pudo haber pasado. Llegué pesando más de 200 libras. Así fue como inicié la dieta. El primer mes bajé hasta 12 libras, pero luego fui bajando de a poquito. Estando con el nutricionista me fui a México y después a España para estudiar mis maestrías. Cuando regresé, incluso a mi mamá le costó reconocerme porque no podía acostumbrarse a cómo lucía ya con mi nuevo peso. Sin embargo, creo que lo más difícil no fue bajar de peso o mantenerlo, sino que en un momento se volvió una obsesión que me afectó de otras formas.
¿Qué problemas te causó esa obsesión por bajar de peso?
En algún momento, mi cabeza comenzó a ver que todo me salía bien y relacionó equivocadamente las cosas. Me gradué con honores y seguía bajando de peso. Fui a estudiar maestrías y seguí bajando de peso. Con eso, mi cabeza relacionó que el bajar de peso me traía cosas buenas, entonces se volvió una obsesión. Nunca era suficiente. Pasó que tuve un trastorno de ansiedad, tuve depresión y también dismorfia corporal y tuve que ir al psicólogo y al psiquiatra para superarlos.
Los concursos de belleza también traen cierta presión por seguir una disciplina. ¿No tuviste temor de recaer en esos trastornos alimenticios a causa de esa presión?
Sí, tenía muchísimo miedo, porque son heridas que están cicatrizando pero que no han terminado de sanar del todo. Cuando entré al concurso, pensaba que no iban a escogerme. Pero, cuando fui escogida, mi mente comenzó a cuestionarme y a decirme que no estaba lista para eso, que no reunía las condiciones. Entonces, tuve que pararme y volver a solventar los pasos que ya había alcanzado con mi autoestima. En esto también influyó mucho mi familia, quienes me apoyaron y siempre han estado pendientes de mí.
Sé que mucha gente me ha criticado por no ser la mujer con el cuerpo perfecto y porque, quizás, no soy lo que una reina de belleza suele ser. Sé que el bajar de peso me ha dejado la piel más flácida. Sé que tenía compañeras que tienen cuerpos espectaculares, cuerpos delineados y atléticos. Pero creo que en este concurso se ha dado un mensaje positivo y el jurado tuvo la valentía de decidir por alguien como yo que, quizás, no tiene el cuerpo perfecto, pero que demuestra que los roles de belleza están cambiando.
Creo que, desde antes de mi reinado, el concurso de belleza en El Salvador ha cambiado porque, si no fuera así, yo no hubiera sido la seleccionado. Sé que no es fácil para un jurado de belleza optar por la chica que no es la más alta, que no tiene el cuerpo más delineado, aún sabiendo las críticas que eso traerá. Pero eso significa que hay una deconstrucción en la mente de ellos. Eso es gracias a todas las personas que han trabajado para romper esos estereotipos de belleza.
Sé que mi reinado será algo visible, pero también sé que esa deconstrucción ha comenzado desde hace mucho antes y agradezco a todas esas personas que han contribuido a que comience a cambiar el concepto de belleza en El Salvador.

Aparte de tu nueva faceta como Miss El Salvador, también has sido activista social. ¿Cómo es esta versión activista de Alejandra?
Todo esto del activismo comenzó hace un año aproximadamente cuando me pregunté: «¿en qué movimiento puedo participar?». Fue ahí cuando descubrí la parte de la asexualidad, que son una comunidad muy poco visible y de la que hay muy poca información y mucha desinformación. Estaba haciendo una pasantía en Costa Rica y, al regresar a El Salvador, comencé con la idea de conocer a una persona asexual y hacerle sentir que no está solo o sola. Entonces, abrí una página en Instagram e inicié con el activismo y, rápidamente, creció. Ahora, después de haber hecho talleres y seminarios presenciales, solo me puedo sentir orgullosa.
Vivimos en una sociedad con muchos estereotipos y en la que el concepto de «belleza» se encaja mucho a lo físico. Pero, para ti, ¿qué implica ser una mujer bella?
La sociedad ha cambiado tanto y, con ella, los roles de género. Por eso, creo que una mujer bella no se resume en una que tiene un atractivo físico. La belleza de la mujer salvadoreña se retrata en su espíritu de lucha y, más que eso, en sus ganas de salir adelante. Tenemos tantas mujeres que son cabezas de hogares y ver ese espíritu de lucha, con que furor ellas trabajan y salen adelante… ahí está la belleza, en trabajar, no solo para nosotros, sino para nuestra familia y en levantarnos si nos caemos, en seguir adelante.

Durante la gala, hiciste referencia al problema de los feminicidios en El Salvador. Eso rompe un poco el esquema de lo que suele hablarse durante un certamen de belleza. ¿Qué te motivó a hacer eso?
Para mí, el tema de la violencia de género no hay otra forma de abordarla que hacerlo de frente. No debemos maquillarla, no debemos quedarnos solo con el discurso de que se ha reducido y ya. No se trata de que se reduzca, el punto es que ninguna mujer debería morir a manos de nadie por el simple hecho de ser mujer. Ninguna mujer y ningún hombre deberían desaparecer. En el caso de la violencia de la mujer, no se trata de que haya pocos casos, el objetivo es que no haya casos, no debería de pasar. Para mí, no hay otra solución más que abordarlo de frente y con la verdad.
En ese momento tenía la oportunidad para dar ese mensaje a todas las mujeres. Este mensaje ha resonado un poco más y sí, rompió el esquema de un típico concurso de belleza, pero yo no buscaba ser diferente, solo buscaba ser yo y yo he decidido abordar esos temas para generar un cambio. Siempre he pensado que sí puedo hablar de un tema importante, pues tengo que hacerlo. Trabajo en el campo de la innovación social, soy activista y conozco las situaciones que dañan a nuestro país.
Se viene una nueva etapa en tu vida llena de reflectores. A veces, estos cambios marean y la fama se puede subir a la cabeza. ¿Qué pensás hacer para que la Alejandra que trata de generar un cambio en la sociedad no se pierda en las luces del reinado de belleza?
Desde ya, lo primero que hice tras ganar el certamen, fue trazar un plan de acción sobre qué mensajes quiero decir y qué acciones quiero hacer. Yo no quiero que este sea un reinado de trampolín. Estoy fervientemente convencida que mi vida esta destinada a cambiar a El Salvador. Es mi propósito de vida. Yo no nací para ser modelo, yo no nací para estar en un banner. Yo nací para hacer un cambio en la sociedad. Por eso terminé en activismo, porque nací para esto. No para llevar una banda, sino que para que cuando tenga una banda pueda hacer un cambio. A mis padres les he dicho que, cuando sientan que tengo la corona muy subida a la cabeza, me devuelven a la realidad. Mi grupo de confianza es la gente que tengo junto a mí para evitar que la corona se me suba a la cabeza.
Hay muchas mujeres en El Salvador que aún viven bajo la sombra del machismo. ¿Qué mensaje le darías a ellas?
Creo que tengo que agradecer a estas olas feministas, ya vamos por la cuarta, porque nos han venido a enseñar muchas cosas. Antes yo también pensaba que todas las mujeres teníamos que salir y educarnos y hacer muchas cosas. Pero, más que eso, lo importante es tener la capacidad de decidir. Si tú, como mujer, decides quedar en casa, criar a tus hijos, eso será perfecto, mientras sea lo que tú quieres. Pero si tú deseas lanzarte a hacer Miss Universo, también está bien, siempre y cuando sea tu decisión. No es que una valga más que otra. Mientras sea una decisión que tú has tomado, estará bien.
Todo logro trae admiración, pero también críticas y mucho «hater». ¿Cómo sobrellevas esa situación?
Esos comentarios negativos, a veces nos hacen tambalear. Yo sé que, hoy por hoy, no soy la más inteligente ni la más bonita, pero estoy comprometida a convertirme en ella, no solo por mí, sino que, por El Salvador, porque El Salvador se merece una soberana de belleza que realmente ponga en alto el nombre del país. Me han dado la oportunidad y no voy a quedarme quita. Las críticas nos sirven de forma constructiva para mejorar. Si es una crítica destructiva, uno aprende a poner un filtro para saber qué se puede tomar y qué no, que las positivas entren y que las negativas se queden ahí.
Hay toda una nueva generación de mujeres que está creciendo viendo a otras mujeres en puestos importante. ¿Qué mensaje le dejarías a ellas?
Crean en ustedes. Crean en su potencial y cuando alguien les diga que son muy intensas o muy rudas, pues demuéstrenles qué tan intensas pueden ser. A mí, mucha gente me decía que era demasiado intensa y el mejor consejo que pude recibir de un maestro de la universidad es que nunca me preocupé por asustar a las personas, porque las personas grandes asustamos a las débiles, así que manténganse firmes en su esencia, porque, al final, lo que queda somos nosotras mismas.


