Aferrados a lo atemporal, enamorados y seguros de que seguirían juntos, Fátima y Francisco, Frank de cariño, se despidieron físicamente en agosto del año pasado.
Compañeros de aventuras, de la vida, del amor y de la pasión por las artes plasmado en su Taller Cúcara Mácara, se conocieron a los 21 años. Sin saberlo y sin quererlo, se unieron para ser novios, para ser como «dos niños jugando en la vida». El amor a la filosofía los unió en un principio, todo lo demás se dio tan fluido y tan natural que no hubo necesidad de analizarse.
Se encontraron y seis años después se casaron, en la playa, sin pompa y sin parafernalias. «Nos queríamos y ya», recuerda Fátima con alegría. Juntos crearon la familia Rivera Velásquez.
Él era dulce, brillante, de ideas claras, «un ser luminoso, un sol», que sigue brillando cada vez que ella sale a saludarlo viendo al cielo. A Frank le encantaba la magia de Fátima, su facilidad para creer en lo intangible, en lo invisible.
Juntos eran dos enormes sonrisas que alegraban el espacio. Las fotos del recuerdo no son estampas posadas, sino apenas un ápice de lo fácil y espontáneo que volvieron amarse. Eran un engranaje funcionando: ella imaginaba, él aterrizaba la idea.
Él soñaba, ella traducía el sueño a lo práctico. Así crearon Cúcara Mácara, un espacio multicolor en el que se enseñan artes, música, teatro, talleres de cocina, botánica y más a niños, jóvenes y adultos.
El sueño de enseñar artes nació hace ocho años. Lo levantaron juntos, compartiendo el liderazgo. Fátima en presencia al 100 %, Frank aportaba su energía y parte del financiamiento, mientras se dedicaba a su profesión como administrador de empresas y coach de grandes empresas y cadenas hoteleras.
En 2017, cuando Cúcara Mácara tenía cuatro años de fundado y había logrado un nivel de solidez, Frank decidió dejar su empleo como administrador para desbordarse en el proyecto creado con su esposa.
Ese mismo año, ya sin el estrés del trabajo, su cuerpo empezó a manifestarse y él pudo escucharlo y dejar de ignorar síntomas que veía desde hacía un tiempo.
Ese año comenzó la tarea de luchar por quedarse en lo atemporal, en no dejar que una palabra lo definiera y mucho menos a ambos como pareja.
«EXISTO EN ELLA Y ELLA EXISTE EN MÍ, lo único que ahora sucede es que mi viaje eternizó nuestro amor».
Francisco Rivera, poeta y compañero de aventuras de Fátima.
«Mucha gente tiene otra actitud ante esto, pero cuando supimos que era cáncer, Frank dijo: “¿Y ahora qué hacemos? ¿Qué sigue?”, como buscando resolver», recuerda.
Para ambos, su conocimiento de la filosofía les permitió seguir aferrados a las cosas que no son pasajeras y que juntos tuvieron por más de 15 años de amor. Abrazaron la virtud, la alegría, el amor, a la familia y su unión.
Fátima explica que, en medio de saberse unidos para siempre, como algo natural y humano estuvieron tristes, lloraron y reflexionaron sobre su dolor. Pero sabiendo que físicamente habría que despedirse, él prometió cuidarla para siempre desde donde estuviera, y ella prometió amarlo para siempre y volverse más fuerte.
Frank, el compañero de aventuras de Fátima, ahora brilla desde el cielo, y ella, en la Tierra. Ambos se mantienen la promesa de sobrevivir a lo pasajero y permanecer en lo atemporal, en su amor. En su lado artístico, él era poeta, en todo momento le escribió versos a su amiga y esposa, algunos de ellos en los momentos cercanos al adiós físico.
— Tengo miedo de que mueras —me dijo la persona que más amo.
—Y yo tengo miedo de dejarte sola — contesté.
— ¿Qué hacemos entonces? — No lo sé.
El silencio fue inevitable.
— Yo me haré más fuerte, porque si debes irte, quiero que lo hagas en paz — dijo ella finalmente.
— Y yo velaré por ti desde donde esté.
Un beso selló el pacto.
Fátima lo recuerda, lo siente brillando y lo percibe en cada paso y en cada celebración, como en el octavo aniversario del Taller Cúcara Mácara este mes.
Este será el primer aniversario sin Frank, por eso será dedicado a su memoria. La continuidad del proyecto también es parte de la fuerza de Frank que sigue perdurando y del apoyo y la convicción de más de 10 instructores que están impartiendo sus talleres de manera virtual.
Y aunque llora por la ausencia física, sigue siendo la misma risueña que enamoró a Frank; eso sí, cada día más fuerte, como le prometió a su amado. Fátima y Frank han hecho trascender su amor.
«Yo encontré y tuve lo que muchos pasan buscando toda su vida», dice Fátima sonriendo.