El demócrata Joe Biden ha sufrido profundas tragedias personales y ha visto ambiciones políticas frustradas, pero su promesa de unificar a los estadounidenses finalmente lo llevó a la Casa Blanca tras casi medio siglo en Washington.
Rara vez dos candidatos presidenciales fueron tan disímiles como en la campaña de 2020, que enfrentó al veterano político Biden, exvicepresidente y exsenador, con el empresario multimillonario Donald Trump.
Pero tras competir por la Casa Blanca en 1987 y 2008, «Joe, el de clase media» ha sido reivindicado en su ferviente creencia de que podía cambiar el tono en Estados Unidos: de la ira y la suspicacia a la dignidad y el respeto.
Confiado, acumuló los votos electorales necesarios estado por estado durante cuatro largos días de conteo, después de los comicios del 3 de noviembre. Ahora, el 46.º presidente de Estados Unidos tiene mucho trabajo por delante. Hereda una pandemia de coronavirus que no da señales de disminuir y que ha matado más gente que en ningún otro país.
Biden es discreto, pero no tímido. Fue implacable en sus críticas a Trump por el manejo de la pandemia. Biden llegó a la arena política nacional con solo 29 años, tras una sorpresiva victoria como candidato a senador por Delaware, en 1972.
Pero un mes después, la tragedia lo golpeó: su esposa Neilia y su hija de un
año, Naomi, murieron en un accidente automovilístico mientras estaban de compras navideñas. Los dos hijos de
Biden resultaron gravemente heridos, pero sobrevivieron; aunque en 2015, el mayor, Beau, murió de cáncer.
Estas pérdidas forjaron la empatía que transmite Biden cuando interactúa con la gente. Sus habilidades políticas son incomparables: puede mostrar su sonrisa de un millón de vatios a estudiantes universitarios, compadecerse de los maquinistas desempleados de la zona industrial del Medio Oeste o dar una feroz amonestación a sus rivales.
Esa propensión afable se vio restringida por la COVID-19, que en marzo, a sus 77 años, lo obligó a quedarse en casa.
El accidente de 1972 dejó a sus hijos Beau, de cuatro años, y Hunter, de dos, gravemente heridos. Biden conoció a su segunda esposa, la profesora Jill Jacobs, en 1975; y se casaron dos años después. Tienen una hija, Ashley.
Sus hijos se recuperaron de sus heridas, y Beau siguió a su padre en la política, convirtiéndose en fiscal general de Delaware, pero la estrella demócrata en ascenso murió de cáncer cerebral en 2015, a los 46 años.
Aunque ya no tiene el dinamismo de cuando era vicepresidente de Barack Obama, Biden mantiene su sonrisa deslumbrante. Su andar, sin embargo, es más delicado y su cabello blanco luce más fino.
Sus opositores, e incluso algunos demócratas, se preguntaban si Biden, locuaz y propenso a cometer errores, tropezaría en su larga campaña contra Trump. El presidente de 74 años lo llamaba regularmente «Joe el dormido», y llegó a decir que tenía sus capacidades mentales disminuidas.
Pero Biden no se encogía de hombros ante los ataques, y en un arranque de frustración por las incesantes interrupciones de Trump durante su primer debate, llegó a pedirle que se callara. El presidente de más edad de Estados Unidos comenzó su carrera en el Capitolio como uno de los senadores más jóvenes de la historia norteamericana. Pasó más de tres décadas en la Cámara Alta antes de ser la mano derecha de Obama, de 2009 a 2017.
El mensaje de Biden durante la campaña se basó en gran medida en su asociación con el todavía popular Obama, y en su capacidad para negociar con muchos líderes mundiales. «Me veo a mí mismo como un puente, no como otra cosa», dijo Biden en marzo en un mitin en Detroit, Míchigan, junto con otros líderes demócratas, incluida la mujer que se convertiría en su compañera de fórmula, la senadora Kamala Harris, de 56 años, ahora vicepresidenta.
«Hay toda una generación de líderes que llegaron después de mí […]. Son el futuro de este país», dijo.
HISTÓRICO REGRESO
A pesar de ser el favorito del «establishment» demócrata, algunos lo consideraban demasiado viejo o demasiado centrista.
En 2008, fue elegido compañero de fórmula por Obama, quien le asignó supervisar la recuperación económica durante la Gran Recesión.
Ambos diferían sobre Afganistán al comienzo del primer mandato de Obama, cuando Biden se oponía a un aumento de 30,000 soldados en el terreno.
Como senador, fue cuestionado, incluso por Harris, por asociarse con conocidos segregacionistas y oponerse a las políticas de transporte.