El caso del ahora imputado y en detención provisional Hugo Ernesto Osorio Chávez, de 51 años, lo convierte en, mi opinión, en el mayor asesino en serie de la historia salvadoreña, así de contundente y categórico. A lo largo de mis estudios, investigaciones y del seguimiento a la violencia homicida había logrado construir ocho casos relevantes, pero el sensacionalismo, el drama, la ficción, la falta de pruebas técnica-científicas periciales hicieron que no se comprobara el número de asesinatos en sede judicial para muchos de ellos.
Hasta el momento y con varias semanas por delante de trabajo de exhumación y antropológico forense no existe duda alguna de que el imputado ha superado dichos límites, el reto para corroborar será encontrar la verdad jurídica. Podría incluso superar a Theodore Robert Bundy conocido como Ted Bundy, a quien se le atribuyeron 36 asesinatos y fue ejecutado en la silla eléctrica en 1989, en Estados Unidos.
Un asesino en serie es una persona que ha cometido al menos tres asesinatos durante un período determinado, pero con un lapso de intermitencia entre cada asesinato, al que se le conoce como período de enfriamiento. Usualmente son personas que aparentan ser normales ante sus vecinos y personas con las que se relacionan. Se encuentran motivados por una serie de impulsos psicológicos, en ocasiones por compulsión sexual, deseos de figurar, destacar, ser reconocido o de poder; usualmente tienen sentimientos de inadaptabilidad e inutilidad. En los asesinatos encuentran sus deseos de venganza y la sensación de potencia. Casi siempre tienen impulsos sádicos (perversión que consiste en obtener placer a partir de la
crueldad con otro ser viviente), carecen de empatía ante el sufrimiento de otros, utilizan la lujuria y la tortura como parte de sus rituales y esto les genera placer sexual, generalmente practican relaciones sexuales cuando estrangulan a sus víctimas o ya muertas (necrofilia) pueden dar rienda suelta a cualquier tipo de fantasía sexual. Acostumbran a privar de libertad por horas o días previo al asesinato, mientras el momento llega abusan sexualmente de sus víctimas, incluidos rituales y prácticas satánicas. Por lo anterior, tienen las características de psicópatas, sociópatas y actualmente se les denomina como trastorno de personalidad antisocial ya que no poseen ninguna anormalidad intelectual.
El imputado Osorio Chávez no era un criminal al azar, buscaba, estudiaba, investigaba, confirmaba la información, existía toda una planificación y estrategia; era un engañador nato, muy astuto, exmiembro de la Policía Nacional Civil de donde fue separado por su conducta y comportamiento hace más de 15 años. Tiene antecedentes penales con delitos a la libertad sexual por lo cual cumplió su condena en centros penitenciarios salvadoreños, salió a delinquir de inmediato, no vinculado a estructuras de pandillas, tenía orden de captura activa, vivía y operaba a cuatro cuadras de la subdelegación de la PNC, sicario y pervertido sexual. Según sus vecinos, era una persona normal y lo llamaban respetuosamente don Hugo; nunca dio problemas en el vecindario ni mostró conducta violenta. Nadie se podía imaginar su carrera criminal. Donde no existe una verdadera comunidad ni interacción son escenarios ideales para que operen estos sujetos.
Este asesino en serie utilizaba —entre otras estrategias— las redes sociales para ubicar, localizar y estudiar a sus posibles víctimas. Revisaba sus perfiles y hábitos, y sin duda sus carencias, gustos, debilidades y sueños por lo que como hábil engañador ofrecía trabajo, beneficios, oportunidades y diversión. Aparentaba ser una persona con recursos económicos y de contactos dentro y fuera del país, era una de sus estrategias para seducir, cautivar y convencer; también daba seguimientos a programas de televisión y redes sociales donde abiertamente se busca y se ofrecen relaciones sentimentales sin compromiso y pasar un buen momento, todo para perfilar víctimas y establecer comunicación por aplicaciones móviles y redes sociales.
Hugo Ernesto Osorio Chávez fue un don nadie toda su vida y quiso ser alguien por medio de la infamia y la maldad. Se aprovechó de las aparentes condiciones de necesidades afectivas y materiales de sus víctimas.
Este caso nos deja desde ya muchas enseñanzas y oportunidades para nuestra sociedad a todo nivel. Pero en esta ocasión la principal sugerencia y recomendación es para los padres de familia y responsables para que desarrollen una comunicación efectiva y asertiva; involúcrese con sus hijos e hijas, converse con ellas y ellos de manera franca y abierta porque en la calle los criminales, psicópatas y sociópatas están al acecho esperando aquellas víctimas que son blancos más fáciles; tómese el tiempo de hablar de este caso, pero enfocado en la prevención.