¿Cómo recibe la noticia de la exprimera dama [Elizabeth de Calderón] que usted será la maestra de ceremonias de la presidencia?, ¿qué le dice ella?
La recibo con mucho beneplácito. ¿Y sabe lo que más me encantó? Cuando me habló de su madre. Me dijo: «A ella le encanta su voz» y a mí eso me llenó de mucho regocijo porque uno cree que, a lo mejor, uno tiene sus limitantes y que hay personas que no se van a fijar en su talento, pero le doy gracias a Dios y dije, con esto me seguiré preparando. Bueno, siempre me preparo. Yo trato de llegar temprano para leer mi material. Aparte que es una de las normas más importantes de trabajo. Cuando llegué al equipo de trabajo de la Presidencia a mí se me dijo: «Tiene que ser puntual. Usted tiene que estar, por lo menos, una hora antes que el presidente, porque usted tiene la oportunidad de revisar el material, de prepararse».
Incluso ensayar…
Claro. Cuando hay visitas de Estado o visitas oficiales se ensaya siempre. Cada vez que ha habido ensayos me refuerza porque llego con más seguridad.
Aparte de la puntualidad y el repaso, ¿cómo describiría ese momento de Aída Mancía al personificar a la maestra de ceremonias?
Yo creo que ese momento es mágico. Nosotros nos acostumbramos a ver al presidente, pero cuando un presidente llega, por ejemplo, al interior del país, para la gente es algo espectacular. Por eso a mí se me dijo: «Aquí es un trabajo en equipo», es decir, si usted falla, falla lo demás; si un camarógrafo falla, si se borra la imagen, todo se afecta. Por eso se tiene que trabajar en equipo. No se trata que solo yo voy a llevar la batuta, no. Yo dependo del que me está dando las indicaciones. También tengo la obligación de probar sonido, probar el micrófono del presidente. Y qué bonito cuando ha habido visitas de Estado y han felicitado al jefe de protocolo y él traslada el mensaje para nosotros. Uno siente aquella gran satisfacción.
Que todo ha salido bien…
Claro. Si el sonido falla, bueno, y se ha dado eso del sonido. ¿Quiere que le cuente una anécdota? Una vez estábamos en un acto en un hotel, era el mes de la independencia. No le voy a decir la fecha porque no me acuerdo, pero nunca se me olvidó porque ahí es donde está la astucia del maestro de ceremonias de improvisar, cuando empezó el himno se corta el sonido. Y empecé: «Bueno, pedimos disculpas. Tenemos un pequeño problema de sonido. Esperaremos a que se repare ese detalle», pero nunca se reparaba y dije: «Señoras y señores», y me remonto a que estamos en el aniversario tal de nuestra independencia… «Y como buen salvadoreño, quiero invitarles para dar inicio a esta ceremonia a que cantemos nuestro Himno Nacional. Al conteo de uno, dos, tres» No sabía yo ni con qué nota iba a salir, pero empecé con el «Sa…lu… de…mos» Y ese salón donde estábamos se estremeció. Yo me puse eriza porque la gente, con un alto grado de civismo, comenzó a cantar. Han sido de las ceremonias que me marcaron porque, en ese momento, quería que me tragara la tierra por el error con el sonido; pero ese salón retumbaba de voces. Ya después vino el sonido.
¿Otra anécdota que quiera compartir?
¡Hay tantas! Unas humorísticas y unas muy emotivas. Por ejemplo, una vez fuimos al reclusorio de mujeres, en Ilopango. Iban a tener un número artístico y salió una señora sin un brazo, y como podía cargaba a un bebé. Le cantó a una de las primeras damas: «Tú eres mi hermano del alma, realmente el amigo». En ese momento, Dios mío, la ceremonia estaba muy emotiva, por la señora, el niño, el escenario, yo decía: «No quiero llorar, Padre santo», y en ese momento un gran amigo solo me dio un pedazo de servilleta, porque vio que no tenía nada para limpiarme los ojos; pero claro, eso me enseñaron también, a tener control […] Hay que controlarse, por ejemplo, cuando ha habido reconocimiento a las madres de los agentes policiales que han muerto por el combate a la delincuencia, etcétera. Una vez, sí se me quebró la voz, pero traté de ser fuerte. Pedía yo a Dios que me diera la fuerza necesaria, porque yo era el hilo conductor en ese momento y si lloraba, se arruinaba el evento. Me enseñaron en Periodismo que el periodista debe ejercer mucho control, tener psicología para poder afrontar los momentos difíciles y que no le afecten, pero sí he tenido ceremonias muy, muy difíciles.
¿Alguna vez pensó que iba a vivir todo esto, sobre todo participar de todos esos momentos históricos con los presidentes, donde la mayoría de salvadoreños no estamos?
No. Yo veía, antes, todos esos espectáculos, todas esas ceremonias, pero nunca me imaginé estar ahí.
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FICHA
Nombre: Aída Mancía
Origen: Nace en Santa Ana en 1953
Padres: Marta Aída Mancía, Magno Herrera Estudios: Bachiller en artes, en la rama de Teatro. Estudió Periodismo de la Universidad de El Salvador.