Acostumbrados a una vida de placer, de lujos y de despreocupaciones, muchos políticos están viendo como sus castillos construidos en el andamiaje de acuerdos bajo la mesa y falsos discursos públicos de enemistad se han corroído hasta los cimientos. Como la salina que no perdona estructuras, así las mismas acciones de los partidos tradicionales los han llevado a la ruina sin oportunidad de una reconstrucción
Las elecciones de 2024 se presentan como el cementerio de los tiranosaurios, de los institutos y de personajes neófitos que se pliegan a las incoherencias de los discursos perdedores sin entender nunca el mensaje de los que verdaderamente tienen el poder para poner y quitar gobernantes y que mantienen su preferencia intacta.
El camino a las criptas, sin duda, está lleno de billetes verdes, y muy probablemente a muchos no les importa su desaparición política si pueden llenarse los bolsillos que les garantice vivir con comodidades por un buen tiempo. Otros, de forma increíble, creen que pueden regresar al pasado y mantienen mensajes inconsecuentes, una apuesta de muerte súbita, pues parece ser demencia senil de la antipatía y del repudio acumulados en el imaginario popular.
La ansiedad política es evidente ante la amenaza del peligro de extinción y crece en cuenta regresiva, pues los eventos electorales están a la vuelta de la esquina. El camino es más tortuoso para tricolores, rojos, azules, entre otros, ante la aparición de nuevos movimientos que les han metido más zozobra
Es por eso que vemos minuto a minuto la inconsecuencia en sus mensajes y acciones, la vehemencia de una oratoria trasnochada sin cambio de perspectiva ante unas moribundas ética y moral, sin posibilidad alguna de resurgimiento porque la voluntad popular así lo ha decidido. El punto de inflexión se perdió en el tiempo.
El trastorno político los hace ver el oasis de esperanza y creer en la posibilidad de imposiciones foráneas con pretensiones de pisotear la voluntad del pueblo que confía en su líder y que sabe que recuperar una nación después de una cruenta guerra sin sentido y 30 años de destrucción y abandono es una tarea monumental.
El pueblo sabe que tres décadas fueron más que suficientes para haber hecho lo mínimo por El Salvador, pero que ARENA y el FMLN lo único que cambiaron fueron sus estilos de vida, de caminar por las veredas como princesos, sin control alguno, a manos llenas.
Los perdedores arrecian sus ataques usando todo tipo de canal de comunicación para verter sus falacias sin importarles ya nada, pisoteando así sus propias dignidades y la de sus pocos financistas que aún creen en ellos. De «Ripley»
Como ilustra un dicho que es muy popular «se verán cosas». Pero en guerra cantada solo los tontos mueren, y sabemos muy bien de qué son capaces. Incluso, no sorprenden las bobadas que pregonan personajes de arrastrada reputación que buscan espacios en sitios web extranjeros con el dinero de los mismos de siempre
El camino hacia 2024 está trazado, tapizado de rosas para los que el pueblo quiere, y de espinas y cardos para los que odia. Pobres de aquellos que, siendo rostros nuevos, cayeron en el saco de la desgracia de los corruptos y de los partidos tradicionales, que creen que reuniéndose con funcionarios de otros países son la panacea del momento, o que subiéndose en números ajenos se creen ganadores «ipso facto». «Losers» con sonrisas dibujadas.
Interesante lo que se viene en este vaivén de ansiedades políticas. A comer palomitas.