Nuestro país es reconocido históricamente por una serie de hechos que lo tipifican como de alta vulnerabilidad por su actividad sísmica en el área, por poseer en la geografía el llamado cinturón de fuego del Pacífico, que no es más que la conjunción en serie de una cantidad de volcanes, muchos de ellos activos; pero activos o no, representan peligros latentes para la población.
Por otra parte, debido a la densidad poblacional, alta para la cantidad de territorio, donde se contabiliza 6,486,201 de personas y con 308 habitantes por kilómetro cuadrado, la que se considera desproporcionada si nos comparamos con países como Uruguay que tiene la mitad de lo que representa nuestra población, pero su territorio es sumamente mayor al nuestro, 176,215 kilómetros cuadrados.
El caso que ahora nos ocupa y que se basa en información comparativa entre nuestro querido El Salvador y Uruguay es que cualquier fenómeno natural nos genera crisis. Por ejemplo, el paso de la tormenta tropical Bonnie que trajo mucha lluvia en pocas horas y dejó al descubierto lo vulnerable que somos.
Hay que mencionar que esta vulnerabilidad es producto en gran medida de las políticas de exclusión de los gobiernos anteriores, que antepusieron sus intereses corporativos a los de la población.
Es así como tenemos el crecimiento desordenado de nuestras ciudades, sin tan siquiera respetar elementales cuerpos jurídicos, establecidos en la Ley de Medio Ambiente al desconocer la Ley Especial de Construcciones y dejar de lado los lineamientos de la Opamss, para el caso de San Salvador
Simplemente se dedicaron a depredar el medioambiente y construir, y generaron una especie de fenómeno de mancha de pintura, pues nuestras ciudades crecieron de forma desproporcionada y sin mayores controles.
Todo lo expresado se puede evitar si se quisiera con una política de ordenamiento territorial, es decir, una distribución correcta de nuestro espacio y sobre esa base comenzar a construir en vertical, comenzar a reubicar a nuestra gente que vive a orillas de ríos o quebradas que sufre con la llegada de cada época lluviosa, sobre la base de, quizá, perder sus bienes materiales o peor aún hasta sus vidas.
Yo como hijo legítimo de este país estoy muy de acuerdo con todos los anuncios del presidente Bukele, algunas obras ya en ejecución y otras en proceso de formulación; y es que se ve con muy buenos ojos los cambios sustanciales de modernización del Aeropuerto Internacional San Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, la construcción de los periféricos Claudia Lars y Gerardo Barrios, el cambio de la pista de rodaje de nuestras calles, avenidas y carreteras, las reconstrucciones de escuelas y el equipamiento tecnológico de estas, las medidas económicas ante fenómenos externos (guerra Rusia y Ucrania), el correcto manejo de la pandemia, pero sobre todo la seguridad pública por medio del Plan Control Territorial. Todo eso es excelente y la población ve con buenos ojos el hecho de tener un país puesto en la vitrina de las grandes naciones.
Lo que como sociólogo creo que hace falta es reivindicar a la población en condiciones de vulnerabilidad, y mediante una política de vivienda digna y de bajo costo definir zonas fuera de la actual área urbana de San Salvador para ir pensando en construir en vertical.
No dudo que el país ahorrará millones de dólares en obras de mitigación, las cuales ceden ante el desorden urbanístico que tristemente nos dejaron, como un legado negativo, los gobiernos de ARENA y del FMLN.
En otro artículo se profundizará aún más sobre esta problemática, por ahora me limitaré a hacer una reflexión sobre los mal llamados hijos espurios de El Salvador, quienes como si fuesen buitres están siempre al acecho tratando de generar una burbuja mediática de un país con grandes problemas, los cuales no se puede esconder que los tenemos, unos productos de los fenómenos naturales y otros antrópicos, es decir, provocados por el ser humano.
Creo que sobre esa base deberían de utilizar sus espacios mediáticos, sus redes sociales e incluso sus espacios periodísticos; esto para proponer en vez de criticar, para construir en vez de destruir, para revolucionar nuestro país en vez de involucionarlo; deberían darse cuenta de que nuestra población apostó por un giro radical en su historia hacia adelante.
Los hijos espurios de El Salvador, aquellos que siendo bastardos e ilegítimos no se sienten parte de nosotros. Es por eso que su agenda propia y otra dictada está cargada de malas intenciones.
Entre ellos se cuentan hombres y mujeres, periodistas de medios pagados por mercenarios extranjeros como George Soros, Norma Torres, organizaciones como Human Rights Watch, entre otros, y que acá replican sus trasnochadas agendas, medios de comunicación, conocidos algunos, pero que la población rechaza.
La lista de los espurios abarca organizaciones como Cristosal, la UCA, un sector de los veteranos de guerra mal conducidos y engañados, muy pocos, por cierto, por personeros del casi extinto FMLN. En la lista de los espurios igual se visualizan diputados de oposición y concejales incrustados en los gobiernos municipales, quienes lejos de ayudar en los momentos de apremio se dedican a viajar y, peor aún, solo critican en vez de ayudar.
Hijos espurios de El Salvador, un término acuñado por el pueblo, el cual identifica desde ya a esos malos salvadoreños que tienen agendas oscuras y con malas intenciones para nuestro país. Se presentan ante la población como redentores de la justicia, de la verdad y del respeto a los derechos humanos, pero en el fondo son lo mismo que los que engañaron a nuestra gente en el pasado.
Ya lo decía el señor presidente de la Asamblea Legislativa, Ernesto Castro, en un discurso el pasado abril en el que sin pelos en la lengua, como decimos los salvadoreños, les dijo: «Váyanse, no los necesitamos», en clara alusión a un sector del «periodismo incómodo», a un sector de hijos espurios, quienes solo ven lo negativo y sobre esa base esparcen su veneno, el que para tranquilidad de la población tiene el antídoto perfecto, que es la información clara y objetiva; además de los resultados positivos con un nuevo Gobierno y de una nueva Asamblea Legislativa
Estos sectores oscurantistas de nuestro país, dicho sea de paso, han vivido y se han alimentado con el miedo de nuestra gente, con la sangre de nuestro pueblo y con los dineros mal habidos.
Estos sectores, los hijos espurios, aún siguen creyendo que ARENA y el FMLN tienen opciones en el futuro; de verdad están fuera de contexto y para fortuna de los buenos salvadoreños la historia los dejó y no se dieron cuenta.