Cada 22 de abril se celebra el Día de la Tierra para crear conciencia y reflexionar sobre nuestra forma de vida e impacto en la tierra, poniendo en el debate las grandes problemáticas ambientales a las que como sociedad nos enfrentamos: la sobrepoblación, la contaminación y la conservación de la biodiversidad. Estos son temas que nos recuerdan cómo es la estrecha relación entre la salud humana y la salud ambiental.
Recuperándonos aún de los efectos directos de la pandemia, es el momento y tiempo indicado para que tomemos reflexión para repensar nuestro modo de vida, de producción y de necesidades, con el fin de cambiar nuestro impacto en la naturaleza. Nuestra sociedad necesita un cambio cultural, y es que, desde la llegada de la pandemia, la mascarilla de tela se convirtió en el desecho solido más común en las calles de la zona urbana, viéndose incluso en diferentes sitios turísticos de la zona rural, recordando aquella frase popular que dice «todos quieren disfrutar de la naturaleza, pero no todos cumplen con su compromiso de cuidarla y respetarla».
Es importante que reconozcamos que la pandemia fue causa de diversas variables que se relacionan al poco valor e importancia que le damos a la conservación de la biodiversidad, realizando impactos directos en los ecosistemas, causando desastres en la red trófica, que permite que el estrés en la fauna y flora local, sumada a la poca densidad poblacional de especímenes, permite que las enfermedades aumenten, y que estas se pasen al humano; no es por nada que el 75% de las enfermedades viene de los animales.
Nuestro país es altamente dependiente de la biodiversidad, observándose fácilmente en nuestra gastronomía, propuesta turística y agrícola, en donde la biodiversidad juega un papel importante en diversos servicios ecosistémicos, como brindar una vasta diversidad de plantas consumibles, así como la polinización de plantas específicas, la regulación de microclimas, el colorido particular de nuestros paisajes, la distribución de semillas y como pilar importante en los usos ancestrales de nuestra flora.
Aun así, nuestro país tiene una deuda con el conocimiento pleno de la biodiversidad; existen muchos taxones y grupos endémicos que están en grave riesgo de desaparecer sin dejar registro de su existencia, así como también existen grandes vacíos de conocimiento de especies presentes y que podrían representar un importante aporte económico y genómico.
Existen iniciativas que impulsan el conocimiento de la biodiversidad, basadas en la participación ciudadana, ayudando a los biólogos y taxónomos nacionales y regionales a identificar esas especies que aún no están registradas o nombradas en la ciencia, actividades que apoyan al conocimiento de la biodiversidad cubren esos vacíos de conocimiento que por años han prevalecido en nuestro país. Aun así, es necesario que tengamos en cuenta que las acciones que generan un real impacto en beneficio de nuestra madre tierra no son baratas, fáciles, y no generan cambios radicales y mágicos en corto tiempo. Las actividades deben ser pensadas con estrategia de intervención, acompañadas de expertos en el área y con enfoque de conservación, involucrando y empoderando a la población. Esto nos permitirá diversificar las propuestas de intervención, teniendo siempre presente que cuidar nuestra biodiversidad es parte fundamental para prevenir una próxima pandemia.