Las elecciones presidenciales del pasado 4 de febrero, en las que se elegían presidente y vicepresidente, así como diputados de la Asamblea Legislativa, nos dejan varias lecturas que se deben analizar, estudiar, investigar y escribir, pues son una etapa en nuestra historia contemporánea que resulta —por mucho— un hecho político nunca visto en nuestro país.
Iré detallando los fenómenos que he podido evidenciar, y es que como sociólogos abstraemos de la realidad la esencia de los diferentes actores políticos; para el caso, al conocerse los resultados del triunfo del partido Nuevas Ideas, vi la expresión de miembros de este instituto político que recoge el pensar y sentir de la población que da el triunfo, lo cual es normal en todo proceso electoral; por otra parte, vi caras largas de miembros del FMLN, con acciones agresivas ante la prensa que les cuestionaba sobre su futuro político al quedarse en el nivel de la irrelevancia, pues muy a pesar de que se podrán mantener como partido político, por no tener representación en la Asamblea Legislativa no podrán tan siquiera incidir en las grandes decisiones de país.
Lo escribí con anterioridad que el rol del Chino Flores, quien era su candidato, era el de enterrador, pues el FMLN perdiendo gana, pues los señalamientos de corrupción que ahora tiene contra sus dos expresidentes huyendo, así como algunos exfuncionarios asilados en Europa, Estados Unidos, México, Nicaragua y hasta en Cuba y Venezuela, según se comenta, lo golpean fuertemente, y creo que ellos buscarán recomponerse como fuerza política, ahora reducida al plano de la intrascendencia.
Por otra parte, es demás interesante el fenómeno derivado del PCN y PDC, los más longevos de la reciente historia política de nuestro país, en otro momento contrincantes, pues, por un lado, el PCN representaba la última etapa de una dictadura militar que duró desde 1932 hasta el derrocamiento del último presidente de ese partido, el tristemente recordado general Humberto Romero, derrocado el 15 de octubre de 1979, partido que fue fundado el 30 de septiembre de 1961; por otra parte, el PDC, fundado el 25 de noviembre de 1960, que representó en esa etapa una expresión política de avanzada, con un enfoque más moderno y antagónico ideológico del PCN. Lo interesante de este fenómeno es que ambos ahora logran una representación en la Asamblea Legislativa para el período 2024-2027, y que partidos jóvenes no logran representación con una situación comprometida en cuanto a su posible cancelación por no cumplir los requisitos mínimos de permanencia en el tinglado político.
Cuando expreso que la elección del presidente Bukele es un hecho político que rompe paradigmas me obligo a recurrir a la historia de los últimos 40 años, con el presidente electo en 1984, José Napoleón Duarte, quien logra su triunfo electoral ante ARENA con un 54 % de aprobación, para 1989 y producto de la gente que le rodeó llega al poder por primera vez el partido ARENA con Félix Cristiani y Francisco Merino López (Chico Merino) como vicepresidente, y obtienen 54 % de los votos. En 1989, de igual forma, en la persona de Armando Calderón Sol, ARENA logra su votación más alta con 68 % de aprobación; le sigue Francisco Flores en 1999, con 52 %, y finalmente Antonio Saca, en 2004, con 58 %. Posteriormente llega el FMLN al Ejecutivo en 2009 con Mauricio Funes (ahora prófugo de la justicia) con 51 % de aprobación, culminando en 2014 con el también prófugo de la justicia Salvador Sánchez Cerén, con 50 % de aprobación.
Este es el momento de la historia salvadoreña cuando se genera una ruptura histórica, etapa donde se rompe el molde dictado por los grupos del poder fáctico salvadoreño contando con la complacencia de agentes externos, etapa caracterizada por el resquebrajamiento de las ideologías provenientes del esquema de la guerra fría, es decir, izquierdas y derechas, y llega al Ejecutivo en 2019, cuando triunfa el actual mandatario salvadoreño, Nayib Armando Bukele Ortez, con 53 % de aprobación, después de haber sorteado una serie de obstáculos desde su expulsión del FMLN, pasando por la no inscripción de su partido, Nuevas Ideas, luego la cancelación del partido Cambio Democrático, por el cual sería inscrito, y finalmente, mediante una jugada políticamente bien diseñada, se logra inscribir con el partido GANA. El resto es parte de esta historia, pues entramos en un período crítico y con una Asamblea Legislativa antagónica, con un fenómeno como fue la pandemia por la COVID-19, con un Plan Control Territorial carente del apoyo por parte de los partidos que ahora se retuercen en la sombra de la intrascendencia, principalmente ARENA y FMLN, y en este momento las elecciones en las que el presidente obtiene la calificación de aprobación más alta en la historia, con un honroso 84 % y con una bancada legislativa de 54 de 60 diputados, es decir, con el 90 % a favor del partido Nuevas Ideas.
Pero ¿qué viene ahora?, ¿qué espera la población de este nuevo quinquenio 2024-2029? La verdad, y recogiendo el pensar y el sentir de la población, es mantener el régimen de excepción, seguir transformando la escuela pública salvadoreña no solo en infraestructura, sino también limpiando a funcionarios (directores y subdirectores) que dicen ser protegidos por funcionarios del actual partido de Gobierno y que cometen cualquier acto de corrupción y de pésimos manejos en los centros escolares. La población también espera que se continúe el desarrollo de infraestructura de la red vial a escala nacional, y los proyectos que generan una excelente imagen de país por medio de las obras de desarrollo turístico. La población espera que haya más apoyo al sistema de salud pública con calidad y calidez en el servicio, pero además se espera el repunte económico, el cual se refleje en el crecimiento de nuestro producto interno bruto (PIB), el cual redundará en mejoramiento de nuestra economía al tener una dinamización de esta en términos generales.
Nuestra gente le da un voto de confianza al presidente Bukele para que haga todas y cada una de estas acciones, sin dejar de lado, en la medida que nuestra economía mejore, que se reevalúe nuestro sistema de pensiones.
El paso está dado, las cartas están en la mesa, ahora toca a todos los salvadoreños que creemos en el proyecto del presidente Bukele empujar todos a efecto de lograr los objetivos propuestos.
Por mi parte, seguiré escribiendo esta historia rica y a la vez única en su género para que no se pierda y se conserve nuestra memoria histórica y colectiva.