Durante años, a los salvadoreños nos vendieron la idea de que los problemas estructurales que venimos arrastrando por mucho tiempo como país eran imposibles de superar. Las personas que debieron liderar esa lucha ni siquiera intentaron resolverlos, ahora que se está luchando para ello, que se sueña en grande y, mejor aún, se trabaja para hacerlo realidad, se ríen y recurren a su obsoleto plan de desprestigiar; estas personas a las que no les conviene que nuestro país se desarrolle, que en tres décadas arrasaron el país, y nos acostumbraron a pensar que somos una nación sin recursos, que no podemos destacar en nada, que han utilizado el aparataje estatal solamente para sus perversos fines personales.
¿Por qué no podemos tener el mejor hospital de Latinoamérica para la COVID-19 y ser referentes de la región? ¿Nuestro destino es ser tercermundistas para siempre? Nuestro pensamiento ha cambiado, los salvadoreños creemos en nosotros mismos, en que podemos resolver problemas, que podemos ser organizados, disciplinados, puntuales y que podemos lograr nuestras metas. En la actualidad, somos más valientes, ya no tenemos miedo porque todo lo vivido nos hizo más fuertes, ver sangrar nuestro país, ver a nuestros hermanos en extrema pobreza morir olvidados, el daño que han causado todos los problemas sociales y económicos. El dolor de ver saqueado nuestro país.
La gran mayoría no somos de esa jauría que quiere que nuestro país fracase. Esos que en la actualidad se sienten amenazados, que no creen en las personas jóvenes porque simplemente son jóvenes, que añoran el olor a pólvora, que piensan que el tiempo y el mundo se detuvieron en los años ochenta. Esos que se oponen a que la constitución sea revisada, cuando el mundo es dinámico, ya que constantemente está cambiando y la coyuntura actual es diferente a la de hace cuarenta años, por lo que debe analizarse, y si algo ya no encaja en nuestro contexto, pues debe reformarse buscando siempre la seguridad jurídica de los salvadoreños.
Los que todos los días inventan un drama nuevo e insultan nuestra inteligencia queriéndonos convencer. Esos que reflejan el miedo y la desesperación en sus miradas, los que piensan que los que nacen pobres deben morir pobres; que nuestra niñez no tiene derecho a asistir a una escuela pública acogedora y que es un desperdicio de dinero apostarle a algo tan vital como la primera infancia.
Es normal que estén aterrados. Debe de ser difícil para ellos saber que la minita de oro se acabó y que nunca más van a obtener un centavo sin que realmente se lo ganen trabajando honradamente. Pero ya hay fecha de caducidad; que sigan en lo suyo y nosotros en lo nuestro.
Por supuesto que podemos soñar con ser una gran nación, está comenzando un nuevo capítulo en nuestra historia, atrás quedaron esos capítulos de terror que parecen sacados de un libro de Stephen King, porque hoy sí, verdaderamente, los intereses públicos comienzan a prevalecer sobre los intereses privados. Porque ha surgido una nueva forma de hacer política, de gobernanza, donde realmente se reconoce a la persona como el origen y fin de la actividad del Estado y no como capital; que nada nos detenga, ¡que nuestros sueños no tengan límites! ¡Este es el camino!