Las pasiones y el desenfreno político y social tienen la mesa servida en varios países en los que eventos electorales están a la vuelta de la esquina, mientras que, en otros, personajes en el poder buscan salvataje de aprobación de sus pueblos antagonizando con figuras externas que están en la cima.
Tal es el caso de Tavito, que pretende obtener réditos apuntando su guion hacia el animal político salvadoreño que tiene un respaldo de más de 90 % de su gente. Probablemente, lo que busca es el espaldarazo de naciones poderosas que extienden sus fronteras a lo largo del continente. Lo cierto es que la desaprobación a su gestión, cuando apenas tiene siete meses en la silla presidencial, ya es mayor que su popularidad, 51 % lo rechaza, mientras que un 40 % aún guarda alguna esperanza de tener un gobierno del pueblo y para el pueblo.
Otros países que han vivido o viven situaciones sensibles son Brasil, Perú y Bolivia. En el caso del primero, terminó 2022 e inició 2023 con protestas de simpatizantes de un expresidente, protagonizando violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad; en cuanto al segundo, manifestaciones violentas se mantienen desde la destitución y encarcelamiento de un expresidente; y en el caso del tercero, las influencias étnicas, culturales y territoriales impulsan estallidos sociales.
En general, los primeros meses de 2023 han evidenciado convulsión y fricciones políticas y sociales en América Latina.
Viendo hacia el norte, la situación no es muy diferente. Por primera vez en la historia de Estados Unidos, un expresidente comparecerá ante un juez en Manhattan, Nueva York, un evento que sin duda marcará el ciclo electoral hasta las presidenciales.
Más allá de las motivaciones de la imputación, es interesante y plausible el acuerpamiento de los republicanos hacia el expresidente, incluso de los que no simpatizan con él. Es un cierre de filas importantísimo y de lujo del partido con miras al 5 de noviembre de 2024, fecha en la que se disputará la conducción del país más poderoso del mundo, en momentos de movimientos maestros en el ajedrez geopolítico.
En el caso del El Salvador, vemos a un pueblo unido en favor de su líder, un fenómeno político y social en la historia cuscatleca. Nayib Bukele mantiene un matrimonio consolidado con los salvadoreños luego de cuatro años de mandato, a pesar de los tupidos e insensatos ataques del bloque opositor y aliados externos que buscan sembrar caos a costa de lo que sea.
Las presiones de los que quieren volver al pasado irán en aumento motivadas por intereses particulares que no son los de beneficiar a los salvadoreños, sino más bien de regresar al país al estado corrupto y criminal. Para eso, los opositores buscan aliados de cualquier sector —hasta parlantes y negociantes religiosos— para vender como verdad informes tergiversados o inventados por sus tontos útiles escribientes.
Debemos entender que a los que conforman el bloque opositor no les interesa el bienestar de la población. Lo demostraron en 30 años de poder, lo evidenciaron en la última Asamblea Legislativa que dominaron, cuando se opusieron a todas las medidas que el presidente Bukele ordenó para proteger a la nación ante el mortal coronavirus y el accionar criminal de las pandillas.
Oponerse a la compra de vacunas antiCOVID-19 con las que se salvaron miles de vidas, así como negar los votos para la ejecución del Plan Control Territorial, que arrebataría el dominio a los grupos criminales, fue cruel y de bajo mundo.
Ante eso, y a menos de un año de celebrar elecciones presidenciales, de diputados y alcaldes, es vital cerrar filas de todos lados para mantener el Gobierno en favor del pueblo, que está dispuesto a volcarse a las urnas para dar continuidad a su presidente y mantener la gobernabilidad desde los escaños legislativos.
Es momento de acuerpar a nuestro presidente, de hacer a un lado intereses particulares y de formar parte de la muralla de contención que el pueblo ha levantado contra los políticos, personajes y miembros de ONG perversos.