El filósofo y estadista británico sir Francis Bacon expresó en el siglo XVI que «la verdad es hija del tiempo, no de la autoridad». Esto me llevó a reflexionar sobre el alcance de sus palabras en un mundo en el que muchas realidades han sido ocultas, pero que a lo largo del tiempo salieron a la luz, ya sea de manera forzosa o a cuentagotas.
Esa frase tiene mucho peso en el caso de El Salvador. Durante la década de 1970, el país vivió una situación de crisis política y social que desencadenó una cruenta guerra civil desde 1979 a 1992. Dos bandos decían luchar por «su verdad», mientras el pueblo era sometido al aluvión de noticias —provenientes de diferentes ángulos— con las que tenía que definir quién era el bueno y quién el malo de la película.
¿Era la derecha la buena y la izquierda la mala, o viceversa? La respuesta dependía de la afinidad ideológica. Pero, lo cierto, es que ambas eran lo mismo, pues compartían más intereses que enemistad alguna. Sin embargo, como expertos en neuroventas, en 1992 ambos grupos supieron tejer y comerciar sobre todo el fin del conflicto. «Hemos logrado la paz por el bien del país», espetaron a los cuatro vientos aquel 16 de enero.
Y es así que con la ayuda del destronado PDC y el eterno aliado del gran capital, el PCN, inmediatamente, ARENA y el FMLN instalaron un sistema de gobierno «democrático» que se suponía que reconstruiría la nación y permitiría el desarrollo económico y social en beneficio de la sociedad.
Sin embargo, a lo largo del tiempo, los salvadoreños entendimos que la verdad era otra. El Estado, construido con jirones de democracia, fue simplemente para servir al poder fáctico, para atiborrar de dinero sus graneros, mientras al pueblo le robaban hasta los centavos.
Desde ese 16 de enero de 1992, con el disfraz de «democracia en pañales» los partidos políticos comenzaron la repartición de las instituciones del Estado, con el nombramiento de funcionarios a cuál más perverso interés y lucro. Los dedazos siempre estuvieron a la orden del día, como lo aceptó uno de los exmagistrados de los llamados «apocalípticos» en una entrevista de un medio afín a la Sala de lo Constitucional, en 2018. «Ese reparto ha dañado mucho la institucionalidad», afirmó luego de reconocer que también ellos formaron parte del combo.
Bien dijo Cicerón: «La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio». La gran falsedad que mantuvieron los poderes fácticos con sus partidos políticos por tres décadas fue que todos los procesos de elección, así como decretos y reformas, se realizaron con «transparencia e independencia» en favor de la sociedad.
Los insultos y señalamientos públicos en contiendas políticas también fueron farsas, porque en secreto se burlaron del pueblo, mientras los medios de comunicación guardaron silencio. Nunca hubo oposición de nadie al partido político en el poder.
A cierto prominente empresario se le preguntó cuál era el partido de los millonarios y respondió sin tapujos: «A quien esté en el Gobierno». Simple e ilustrativo, porque ellos fueron «la mano que mece la cuna».
Realmente todos los involucrados crearon el club de cuervos depredadores que supieron poner cerrojo a la verdad y estafar al pueblo salvadoreño con una institucionalidad antojadiza, pusilánime y carroñera, aplaudida por dizque «defensores de derechos humanos y promotores de ética, transparencia y libertades», tanto internos como externos.
La gobernabilidad de la que tanto alardearon fue el negocio redondo de los dirigentes de todos los institutos políticos y sus operadores, lisonjeados por los «escribientes de la verdad», y apadrinados por el gran capital. Decretos para legalizar las millonarias evasiones de impuestos, prebendas y mentas, privatizaciones para robar, la dolarización, el robo de ayuda externa, la permisibilidad de la violencia de grupos criminales, son apenas algunas acciones dentro de la «democracia a la medida» por la que ahora luchan para recuperar, y que los hace tener apoyo de países y organizaciones internacionales a los que jamás les interesó el dolor y la sangre del pueblo.
Lo que hoy está claro es que el verdadero Estado de derecho en favor de toda la sociedad comenzó en junio de 2019, cuando el pueblo usó las llaves supremas para abrir los cerrojos de las realidades. «La verdad os hará libres». Y, ahora, ante su desnudez, los cuervos se hacen llamar «perseguidos políticos», y tildan de «régimen» a la verdadera democracia, la del pueblo.