Nayib llegó exultante, poco antes de las 9 de la mañana, al Hotel Sheraton, donde había rentado un salón que serviría de centro de comando estratégico del día D.
Ahí estaba su esposa, Gaby, su hermano Karim, Xavi Zablah, Ernesto Castro, Sofía Medina, Michelle Sol, el Delta, entre otros.
Todos entraban y salían del local continuamente, recibiendo y dando reportes desde y hacia todos los rumbos del país. En una sala anexa se encontraban varios consultores y otros equipos de campaña.
Esos equipos no habían dormido la noche anterior por estar coordinando los últimos detalles de la gran operación de tierra, sobre todo asegurando la movilización del enorme contingente de voluntarios inscritos para la defensa del voto.
A esa misma hora, el centro de votación del Cifco ya era un mar de golondrinas entusiastas y con total certeza en la victoria. Ahí me encontré con Karim y el Delta, que estaban coordinando la inminente llegada de Nayib a ese centro de votación, lo cual había levantado oleadas de entusiasmo.
Al mediodía, el Delta y yo nos reunimos en nuestra oficina para hacer un rápido análisis situacional. Se suponía que el encuestador mexicano Roy Campos tenía que estar ahí con nosotros, pero otro compromiso lo había retenido.
Las cosas habían comenzado a complicarse. Todos los informes hablaban de poca afluencia en los centros de votación en todo el país, cuando lo que se esperaba era una asistencia masiva. El punto era que una votación baja solo favorecía a ARENA y al FMLN, debido a las maquinarias electorales y al control territorial que poseían.
Un amigo, asesor de la campaña arenera en una estructura de análisis conocida como El Nido del Águila, acababa de llamarme por teléfono para decirme no sin sarcasmo: «Después de todo lo que has dicho y escrito, embriagado de encuestas, argumentando que el triunfo de Nayib era inevitable, parece que te equivocaste. Tengo datos provisionales con tendencia ganadora para ARENA».
El Delta y yo sabíamos que esos datos eran los de una supuesta encuesta de boca de urna, calzada de manera confusa con el logo de la UCA y puesta a circular en las redes sociales, la cual confirmaba el bajo nivel de votación y la tendencia favorable para ARENA. «La UCA no hace boca de urna. Esa encuesta es un invento de ustedes», le había dicho yo al amigo y había cortado la comunicación.
Pero él de inmediato me envió un WhatsApp con un fragmento de un artículo publicado por Salvador Samayoa unos días antes:
«El uso táctico de las encuestas es normal. El triunfalismo contagia entusiasmo y hace más segura la victoria o desmoviliza a los propios adeptos que ya no creen necesario ir a votar. Las encuestas son solo opiniones, con mayor o menor rigor estadístico o solvencia profesional. Lo único cierto es que el día de las elecciones puede pasar cualquier cosa. Cada uno toma como quiere las encuestas. Muchos las utilizan para proclamar anticipadamente una victoria inevitable de Bukele. Ya ganaron los tres puntos sin jugar el partido y no quieren ni oír hablar de la probabilidad de un resultado diferente» (fragmento de La indignación estratégica).