Esta problemática es complicada y tiene demasiadas aristas, por lo que me referiré específicamente a una de las repercusiones que la pandemia ha generado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental es una de las áreas más desatendidas. Artículos de destacadas revistas exponen que en el último año se ha incrementado en un más del 60 % las consultas con psicólogos y psiquiatras. Lamentablemente hay demasiados que no tenemos acceso a ese tipo de terapias.
Las relaciones laborales, de familia, amigos y con quienes convivimos diariamente se han visto modificadas significativamente por el distanciamiento debido al riesgo de contagio. Es común ver a personas con signos de ansiedad, depresión e irritabilidad; afectadas por la soledad y el encierro, temerosas por la incertidumbre y cargadas de desconfianza al percibir a los demás como potenciales enemigos, y lamentablemente los que sufrieron la pérdida de seres amados. Este virus nos ha colocado en posición altamente vulnerable, porque a diario nos enfrentamos ante la propia muerte. Por tanto, esa lucha diaria por la supervivencia pasa factura a nuestra salud mental.
Si bien El Salvador ya inició el proceso de vacunación masiva, pasarán algunos meses más para tener certeza de que salir de nuestro hogar no sea sinónimo de contagio.
Ante esa realidad, los adultos debemos hacer mayores esfuerzos por mantenernos en una dinámica sana y, así, tener la capacidad de proteger a los que están bajo nuestro cuido. Se nos hace imperativo transformar en positivo la cotidianeidad y hacerla más fácil de sobrellevar.
Una gran ayuda en estos tiempos ha sido la tecnología, que nos ha brindado una alternativa para permanecer en contacto con los demás. Las plataformas y el uso de diversas aplicaciones que actualmente están en boga no sustituyen el tradicional contacto personal, pero nos permiten acceder a la compra y venta de productos y servicios, recibir e impartir educación, hacer teletrabajo, etcétera. Es lo que tenemos y hay que aprovecharlo para tratar de alguna manera de adaptarnos a la nueva normalidad.
En ese contexto es importante acatar la normativa en lugares públicos, como el uso de mascarilla, mantener el debido distanciamiento físico y usar alcohol en gel. Pero también hay otros aspectos a tomar en consideración, como procurar alimentos sanos, practicar ejercicios, leer, buscar videos o audios motivacionales, ver películas que nos ofrezcan mensajes motivadores, consumir y/o hacer arte y cultivar talentos. Esas podrían ser opciones sanas para lograr un equilibro físico y psicológico para mejorar la calidad de vida y nos ayudan a asimilar y a adaptarnos a las nuevas circunstancias.
En ese orden, la puesta en práctica de valores universales, como generosidad, cortesía, compasión, respeto, tolerancia, bondad y honestidad, favorecen la convivencia pacífica y armoniosa que tanto necesitamos.
Por naturaleza, los salvadoreños somos alegres, bondadosos, solidarios y muy laboriosos, hoy con mucha más razón sigamos cultivando dichas aptitudes y actitudes y poniéndolas en acción con mayor ahínco.
Esforcémonos por acostumbrarnos y hacer rutinarias estas prácticas sanas, que abonen a mantener sano el entorno en el que nos desenvolvemos para bien propio y de la sociedad salvadoreña.