Existía un joven solidario, altruista, un salvadoreño filántropo. A pesar de su éxito, y al transcurrir el tiempo, considera que no dedicaba el tiempo necesario a sí mismo ni disfrutaba de las bendiciones de la vida. Decide adquirir nada más y nada menos una verdadera obra de arte. Al invertir en una escultura de mármol, italiana, única y bella, para admirar y sentir la alegría de la vida e incorporarla en su hogar, el joven empresario finalmente se podría sentir feliz, realizado, enamorado, satisfecho y orgulloso de su compra, pero más que todo su logro de una adquisición única e inigualable.
De repente, al pasar los días, las semanas, se encuentra frente a la obra, enciende su Cohiba Behike, y al ver observa cuidadosamente de cerca la escultura de mármol que con mucho entusiasmo adquirió. Se fija en muchas, demasiadas, imperfecciones y rajaduras de la obra de arte, y determina, a pesar del amor, el entusiasmo, la dedicación y promesa que se pretende, incluso arreglar de fondo la escultura. Ve al cielo con el habano en la boca, ambas manos en la cabeza y realiza que simplemente es un desastre, una pena, e imposible de arreglar. Dicha escultura que adquirió estaba dañada desde el inicio y no se dio cuenta.
¿Qué hacer entonces? La mantiene en la sala para exhibición, la mueve a otra propiedad, la traslada a una bodega o simple y sencillamente la desecha de su hogar y de su vida para siempre para no acordarse nunca de esa vergonzosa adquisición. Supuestamente esa obra de arte provenía de una familia con valor y precedencia respetable por apariencia, pero, al final, analizando el antecedente de la compra, se da cuenta de que fue engañado y estafado por la sonrisa en la cual se dio la transacción. La escultura resultó ser una basura y una pena sin posibilidad de arreglo.
Todo pasa, y existe una razón. Las personas cambian y aprendemos a dejarlas ir, cosas y situaciones resultan mal para apreciar cuando resultan bien al final, creemos en las mentiras para eventualmente aprender a confiar en nadie, solamente en nosotros mismos y las buenas cosas se deshacen, así cosas aún mejores podrán venir y suceder.
No se aprende absolutamente nada del éxito, sino de los errores y los fracasos. Seguramente antes de volver a adquirir una próxima obra de arte habrá una mejor diligencia, más preguntas, más análisis y cero impulsos, ya que en la superficie las cosas pueden aparentar estar excelentes, pero es el fondo el cual desconocemos.
No permitamos que nada ni nadie nos interrumpa nuestra paz, nuestra felicidad, y amor sobre todas las cosas. El odio despierta rencillas, pero el amor cubrirá todas las faltas.
Única y exclusivamente nosotros tenemos el control de nuestras decisiones, incluso impulsos, de elegir qué y quiénes están dentro de nuestras vidas, nuestros corazones y, definitivamente, quiénes están y se quedarán fuera.
Nuestro corazón blindado, nivel 7.