Todas las tardes, Daniel Callejas, de 58 años, se sienta en una de las bancas del parque de la colonia Ciudad Pacífica, en el distrito de San Miguel.
Sobre las mesas de cemento coloca una variedad de papeles de colores y pequeños trozos de las varas de la palmera de coco, hilo y pegamento, materiales con los que elabora las tradicionales piscuchas.
«Para mí es una satisfacción colaborar con el desempeño de la cultura, motivando a los niños a que jueguen con sus piscuchas, que a escala mundial se llaman cometas», comentó Daniel, un maestro retirado que ha encontrado en la elaboración de este juego tradicional una distracción y un ingreso extra. Expresó que cada piscucha tiene un valor de $0.50.
«Algunas personas me dejan un dólar, pero eso porque ellas quieren hacerlo; también trabajo con algunas escuelas elaborando las cometas cuando lo solicitan», agregó Callejas.
Al observar al hombre de lentes de aros gruesos, las personas se acercan, en especial los adultos, atraídas por los recuerdos de la niñez para enseñar a sus hijos a volar una cometa; otras simplemente se sientan al lado de Daniel y establecen una conversación en la que el tema principal son sus piscuchas.
«Es muy bonito lo que él hace, y uno cuando mira las piscuchas se emociona porque se acuerda de cuando andábamos corriendo, aprovechando los vientos de octubre para elevarlas, a quien la elevara más alto», mencionó Abigaíl Castillo, madre de familia y habitante de la colonia Ciudad Pacífica.
Para Daniel, ver la sonrisa de los niños y sus padres al elevar los juegos de colores le genera
satisfacción.
«Esto es por qué motivo a los niños y paso haciendo piscuchas», agregó el hombre. Dijo que elaborarlas es una forma de recordar a sus hermanos que le enseñaron a fabricar este juego tradicional cuando tenía ocho años.