A menudo, cuando se olvida realizar algo se escucha la frase: «el alzhéimer me está atacando», y aunque sí hay un poco de relación entre la frase, hay que reconocer que esta enfermedad conlleva grandes implicaciones no solo para la persona que la padece sino para todo el grupo familiar.
Es común asociar la demencia con el alzhéimer, pero se debe separar una de la otra, ya que no todos los casos de olvido se deben o desencadenan en alzhéimer, una enfermedad completamente degenerativa que hasta puede provocar la muerte.
El alzhéimer es un trastorno neurológico progresivo que hace que las neuronas mueran, y es la causa más común de demencia que afecta la capacidad para que una persona pueda vivir de manera independiente.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 70 % de los casos de demencia se deben a esta afección.
En el alzhéimer, generalmente, las primeras dificultades cognitivas se observan con la pérdida de memoria en sucesos ocurridos recientemente, pero se irán añadiendo otros problemas como el lenguaje, la falta de orientación y razonamiento, y el reconocimiento visual de las personas y familiares, acompañado de comportamientos que se manifiestan en cambiantes estados de ánimo.
La enfermedad se manifiesta, principalmente, en personas de la tercera edad, aunque hay síntomas que pueden aparecer hasta una década antes.
A continuación, presentamos algunas fases que los expertos detectan.
Fase preclínica. Para los investigadores, esta es una etapa de oportunidad sustancial para anticiparse al daño degenerativo que ocurrirá en los próximos años, aunque existe la contraparte negativa porque el paciente no se percata de los cambios en su organismo durante este período.
Fase del olvido básico. El lapsus mental es normal en todas las edades, aunque va resultando mayor en cuanto se envejece. En el caso del alzhéimer se manifiesta con el olvido de palabras, objetos, referencias y otros.
Fase de declive leve. Es en esta etapa es cuando se hacen la mayoría de los diagnósticos ya que se presentan síntomas más grandes como olvidar lo leído hace un momento, capacidad de recordar mandatos o realizar una tarea sistemática, dificultad para adaptarse a entornos sociales, preguntas constantes sobre un mismo tema. Aquí se desarrolla el estrés o la ansiedad porque el paciente es consciente de los cambios.
Fase de declive moderado. Es una extensión de la etapa anterior, con episodios más frecuentes e intensos, aunque también se empiezan a afectar otros aspectos de la cognición al momento de hacer cálculos, recordar fechas, elaborar una receta de cocina, elegir la ropa a utilizar según el clima, cambio en las horas de sueño y hasta extravíos cuando no se está en compañía.
Fase de declive moderado severo. En esta se comienza a perder la independencia y es cuando más se necesita el apoyo de la familia. Los pacientes tienen problemas para recordar la dirección de su hogar, su número de teléfono y los nombres de personas cercanas o familiares lejanos. Además, tienen dificultades para aprender cosas nuevas, hay cambios emocionales que los pueden hacer desarrollar paranoia, delirios e incluso alucinaciones.
Fase de declive severo. El paciente recuerda los rostros, pero olvida los nombres, incluso de su círculo íntimo. Comienza a padecer delirios severos, pide ayuda para ir al baño o a veces olvidan hacerlo, pueden perder peso porque tienen complicaciones de alimentarse por sí solos, hay frustración, entre otras.
Fase de declive muy severo. Este es un punto donde no hay retorno ya que se han destruido las células cerebrales al punto que la desconexión total con la realidad. El paciente se apaga lentamente, no hay comunicación y no hay movimientos o actividades físicas.
LA INCLUSIÓN ES CRUCIAL
Hay diferentes fases que se presentan de manera progresiva. El cambio de una fase a otra puede durar meses o años, y el avance dependerá de muchos factores. Es allí donde la familia juega un papel importante porque se convierte en el pilar principal y sostén del paciente.
Es importante que el círculo familiar comprenda que es una situación nueva, donde debe haber una mayor comprensión y mostrar aún más el cariño por esa persona. Se debe crear un ambiente de bienestar, donde la persona afectada se mantenga activa y no se les olvide hacerla partícipe de las todas las actividades y eventos posibles.
Consejos para tratar al paciente
Estos son algunas sugerencias a tomar en cuenta y que ayudarán al paciente a mantenerse activo.
Establecer rutinas: Pueden salir a caminar a una hora específica, tomar el baño o ir a la cama a la misma hora. Para el paciente será más fácil recordarlo.
Involucrar al paciente: Esto ayudará para que la persona se sienta parte de una responsabilidad. Deben ser actividades que pueda realizar preferentemente sola.
Ofrecer opciones: El hecho de dar a elegir entre opciones se sienta con elección propia. También se puede pedir que elija bebidas, el salir a pasear o ver una película.
Dar instrucciones sencillas: El paciente puede realizar actividades que conlleven tres o cuatros pasos. Esto le hará sentir que es capaz de realizar cosas por sí mismo.
Limitar las siestas: Es importante que el paciente se encuentre en constante actividad, ya que ayuda a despejar su mente y a reducir la posibilidad de sentirse deprimido.
Demostrar amor: Cada vez que sea posible es importante decirle a la persona que se le ama. Así se demuestra que el sentimiento siempre será el mismo.