En El Castaño, un cantón de Caluco, Sonsonate, se respira un ambiente de paz y tranquilidad. Lejos ha quedado la mala experiencia de aquel éxodo de 25 familias que en 2016 tuvieron que escapar por la amenaza de la pandilla 18 que las forzó a dejar su patrimonio e irse con pocas pertenencias.
Agricultores, ganaderos y demás habitantes tuvieron que huir para no morir, ya que los pandilleros les dieron 24 horas para abandonar el lugar por haberse negado a entregar el número de teléfono que habían solicitado a cada uno de los vecinos con el fin de extorsionarlos.
El Castaño, en las faldas de la cordillera del Bálsamo, quedó desolado; solo tres familias de muy escasos recursos no pudieron irse, ya que no tenían los medios para hacerlo.
Los pandilleros pensaron que habían arruinado los planes de las familias y que habían emprendido un viaje sin retorno, veían el panorama ideal para controlar totalmente esa zona montañosa de Caluco.
Pocas horas después del éxodo, lo primero que hicieron fue darles fuego a dos casas de familias que se opusieron a someterse a los pandilleros y acceder a sus pretensiones.
El Castaño se había convertido en el epicentro del accionar de las pandillas en el municipio de Caluco; por décadas, sus más de 9,000 habitantes habían sido afectados por la violencia que generaban estos grupos terroristas.
«Yo fui el primero en irme del cantón con mi familia. Me llevé lo básico, y fue la primera casa a la que le prendieron fuego. Fue una pérdida total. Nos vinieron a amenazar y a pedir el número de teléfono de todos; si no, teníamos 24 horas para irnos. Dejamos todo. Los animalitos y nuestras cosas quedaron abandonados», dijo uno de los habitantes, quien contó lo ocurrido en septiembre de 2016.
En el cantón la gente ahora vive en paz y está contenta con el ambiente de seguridad que hay. La implementación del Plan Control Territorial y el régimen de excepción han garantizado una vida libre de pandillas.
«No tenemos de qué quejarnos, aquí vivimos en paz. Este régimen de excepción ha sido una gran ayuda; si no hubieran puesto todo esto, quién sabe cómo estaríamos y dónde anduviéramos», dijo el propietario de una tienda.
Una vez que las autoridades comenzaron a capturar a los pandilleros y a limpiar la zona, la gente se animó a abrir tiendas y pequeños negocios; antes, cuando alguien quería comprar, tenía que ir a Caluco, ya que para abrir una tienda se tenía que pagar extorsión.
«Aquí, en el cantón, antes no servía de nada poner una tienda porque era compartir lo de uno con los pandilleros, era prácticamente trabajar para ellos. Hoy se ve ese gran cambio. Comenzamos a tener una nueva vida sin temor», manifestó otro habitante de El Castaño.
Una vecina del cantón contó que ella, en los últimos 45 años, llegó a vivir al lugar procedente de Metalío, y aseguró que ni en los tiempos de la guerra había sufrido desplazamiento forzado. Ella, su esposo e hijos tuvieron que mudarse para salvar sus vidas.
«Cuando los pandilleros nos sacaron del cantón, buscamos la forma de tener protección. Ahora, el Gobierno nos puso un puesto permanente de la Policía. Con todas las nuevas medidas, se ha reforzado la seguridad. Aquí, cuando vamos al pueblo, ya nadie nos roba; antes los mareros cuando querían comer bien hasta las gallinas venían a llevarse. Ahora nosotros salimos, dejamos solo y las cosas nadie se las lleva», dijo la mujer.
En el casco urbano de Caluco, la gente también dice sentirse segura y libre de pandillas. Los comerciantes que tienen tiendas, ferreterías o restaurantes ya no son acosados con el pago de extorsiones.
Los transportistas que brindan servicio en mototaxis, pick-ups y autobuses han dejado de pagar la cuota semanal, quincenal o mensual a los mareros; ahora hacen su recorrido a diversos barrios, colonias y cantones sin temor a ser amenazados.
TRANSPORTISTAS DEJAN DE PAGAR EXTORSIONES
En el municipio de Caluco, los propietarios de unidades de transporte como mototaxis, autobuses y pick-ups que prestan el servicio en las áreas urbana y rural aseguran que el régimen de excepción les ha permitido trabajar sin pagar la extorsión que los pandilleros les exigían y que les generaba considerables pérdidas.
AGRICULTORES TRABAJAN SUS PARCELAS SIN TEMOR A MARAS
En el área rural de Caluco, los agricultores desarrollan sus actividades sin temor a ser afectados por el accionar de las pandillas. Cultivan maíz, frijol, hortalizas y hasta tienen sus parcelas de nardos, como es el caso de Manuel González, de Plan de Amayo, un cantón vecino a El Castaño. En la zona también se desarrolla la ganadería.
NIÑOS VIVEN EN EL CASTAÑO SIN EL ACOSO DE PANDILLAS
En El Castaño, los niños y adolescentes pueden jugar y salir a caminar a cualquier lugar sin temor a ser acosados por las pandillas. Los padres les permiten salir de casa y practicar cualquier deporte. Antes no podían hacerlo porque los mareros permanecían en la calle y los obligaban a efectuar actividades ilícitas y los presionaban para que ingresaran a la pandilla.
VENDEDORES HAN DEJADO DE TENER PÉRDIDAS EN CALUCO
Los vendedores de verduras y los distribuidores de productos diversos ingresan a cualquier colonia o cantón de Caluco sin ninguna restricción por parte de las pandillas. Antes del régimen de excepción, en algunos lugares solo podían llegar siempre y cuando los mareros lo autorizaran, previo al pago de una cuota de dinero.
NUEVOS NEGOCIOS HAN SIDO ABIERTOS EN EL MUNICIPIO
En el casco urbano de Caluco, varias personas han decidido emprender nuevos negocios, ya que al no existir la amenaza de las pandillas cobrando extorsión, les genera confianza. En la zona rural del cantón El Castaño, los habitantes han instalado tiendas con diversos productos para los habitantes del lugar.