Las máscaras de «los defensores de la verdad y los titanes de la justicia y la transparencia» que por tanto tiempo han cubierto los rostros de los empleados de los poderes fácticos enquistados en ONG y en los partidos políticos ARENA, FMLN y el ex-PDC de Rodolfo Párker y Rónal Umaña están cayendo poco a poco.
La oposición ante la reapertura del caso de los jesuitas y las «sorprendentes» resoluciones de jueces para favorecer a los corruptos políticos de estos partidos están exponiendo la hipocresía y la falsedad de todo el sistema que fue montado para la autoprotección; un sistema creado por los poderes económicos y políticos, por fundaciones y medios de comunicación, el cual sostuvieron por décadas.
Cuántas veces hemos escuchado la frase de monseñor Romero: «La justicia es como la serpiente, solo muerde a los que están descalzos», en referencia a que no toca a los poderosos y sus empleados, pero sí es impecable con los pobres, los indefensos, los sin voz.
En uno de sus editoriales, la UCA expresó que la justicia es la deuda más grande que tiene el país, una deuda histórica, un daño generacional. Que para alcanzar la paz se requiere una solidaridad con las víctimas, ya que solo con justicia y verdad podrá haber perdón.
El problema de la aplicación de la justicia en el país ha pasado por diferentes situaciones. En los llamados Acuerdos de Paz, las cúpulas de areneros y efemelenistas acordaron no dañarse entre ellos luego de protagonizar miles de asesinatos y masacres durante la guerra civil, lo que significó no iniciar ninguna acción en contra de sus dirigentes o funcionarios, cuando se alternaran el poder y tuvieran el control de instituciones como la Corte Suprema de Justicia, la Corte de Cuentas, las procuradurías y la Fiscalía General de la República.
De igual forma, como ya lo hacía ARENA, el FMLN aprendió a convivir con el poder económico y a degustar sus manjares y prebendas, resultándole fácil ser falsa oposición y, luego al gobernar, no afectar a ningún personaje político o empresario de ese poder. El compromiso cumplido fue jamás perseguir a grandes evasores, mucho menos procesar por lavado de dinero. Eso sí, no les importó sacrificar con más impuestos al pueblo.
Y así el sistema político-económico-judicial nefasto funcionó por 30 años, permitiendo bajo el manto de la impunidad todo tipo de desfalco millonario de las arcas del Estado y toda corrupción. Como expertos cortesanos, buscaron conejillos de indias para hacerles caer el peso de casos públicos, pero sin llegar a sus autores intelectuales o cabecillas, y así mantener engañado a todo un pueblo.
Carlos Perla en ANDA y Mecafé en el despilfarro millonario del prófugo Mauricio Funes, por ejemplo, son culpables, pero fueron los únicos procesados de esas redes de corrupción, sin que se tocase a Francisco Flores ni a Funes, respectivamente.
Para eso nombraron a sus magistrados de todas las cámaras, de las salas de la Corte Suprema de Justicia, y a todos los jueces. Por eso, los mismos magistrados y jueces formaron sus propias «clicas», para también lucrarse de favorecer o desfavorecer casos. ¡Cuántas veces extendieron la mano a los que verdaderamente mecieron la cuna!, mientras los descalzos eran vilipendiados.
Para eso pusieron y mantuvieron por décadas en la Asamblea Legislativa a Rodolfo Párker, a algunos del PCN, la vieja guardia del PDC, a ARENA y al FMLN, quienes por unos dólares más manipularon y reformaron leyes, aprobaron decretos en beneficio de los poderosos, de sus patrones. Así fue reformado el sistema de pensiones —luego de desvalijarlo—, subieron el IVA, vendieron las telecomunicaciones, los bancos, y estuvieron a punto de privatizar el agua, las presas y la salud.
Pero ahora, que se está eliminando ese sistema corrupto y la vieja política, caen las máscaras y muestran su verdadero rostro. Muchas ONG y personajes innombrables, así como saduceos —quienes conociendo la danza de millones de dólares nacionales y extranjeros para recuperar el poder— acompañan las cruzadas de los vasallos políticos, magistrados y medios de comunicación corruptos en contra de un nuevo sistema que lucha por devolverle el país a los salvadoreños, por desmantelar la impunidad y aplicar justicia.
El grito al cielo por la reapertura del caso jesuitas, incluso por los supuestos ofendidos que clamaban justicia —y que ahora dicen que mejor velarán para que no toquen a sus protegidos porque sería politizar la masacre—, así como por la resistencia para someter ante los tribunales a políticos delincuentes y criminales son otras muestras de la hipocresía y la podredumbre del sistema del cual saciaban sus apetitos voraces.
La nueva Corte Suprema y el fiscal general están mostrando valentía al aplicar la justicia a ese club de los intocables: delincuentes de cuello blanco, corruptos, evasores, asesinos y encubridores. Al mismo tiempo que limpian la casa de malos jueces, magistrados y fiscales que siempre fueron serviles al poder. Todos esos son los que encabezan las manifestaciones en contra del pueblo salvadoreño y de su Gobierno gritando dictadura y régimen.