Cuando el 3 de febrero de 2019 el presidente Nayib Bukele logró romper el bipartidismo de gobierno enquistado entre ARENA y el FMLN, uno de los temas que predominó en la agenda del movimiento Nuevas Ideas era cómo transformar esta fuerza demostrada en las urnas en un motor para construir una nueva Asamblea Legislativa, un órgano de Estado que en 2018 se configuró entre acuerdos oscuros de la actual oposición, la evidente fragmentación del FMLN y las dudosas maniobras del PCN, PDC y otras fuerzas políticas para subsistir.
El movimiento llegó a ser partido político, a ser respaldado por todas las encuestas, y logró darle viabilidad a los clamores ciudadanos que tenían dos factores comunes: el hartazgo sobre la actual legislatura y un cansancio por lo que significa ARENA y el FMLN: una estela de corrupción, un desinterés por solucionar los problemas de los salvadoreños y la estrategia conjunta de bloquear todas las políticas del Gobierno del presidente Bukele, lo que los convirtió en un matrimonio a conveniencia.
Fue así como llegó el 28F, domingo histórico que representa el cierre del ciclo que inició con la victoria de hace más de dos años, pero también el fin de lo que tanto mal le hizo al país por más de 30 años: la lucha entre dos extremas que terminaron unidas en un intento fallido por no morir, pero que cavaron su tumba común.
Los resultados electorales no tienen precedente en la política nacional, con 60 curules de la Asamblea Legislativa, más de 1.7 millones de votos y la recuperación de la mayoría de cabeceras departamentales y ciudades importantes del país. En síntesis, el poder del pueblo decidiendo para su desarrollo, su tranquilidad y su futuro: son las Nuevas Ideas en función de la gente.
Más allá de esto, atrás queda la página oscura de la desesperanza que infundió el binomio ARENA-FMLN. Hablaron de totalitarismos, de violaciones de la ley, de convertir El Salvador en una Venezuela e incluso de un control total de las instituciones. Demostraron que usan la democracia a su conveniencia, haciendo incluso una lectura selectiva y que, aunque ya varios aceptaron la derrota, perdurarán en la memoria colectiva las posturas contra el país.
Todo esto es el cierre del ciclo que inició el 3 de febrero de 2019, asociado a la ruptura definitiva del bipartidismo. Como consejo gratis, quizás innecesario: ARENA y el FMLN no solo deberán hacer una profunda autocrítica, sino que terminarán en una fragmentación hacia dos nuevas fuerzas de centro, menos ideologizadas y más pragmáticas, que, si son inteligentes, podrían ir caminando con la nueva Asamblea a partir de 2024. Pero lo visto hasta hoy fue la estocada final de los salvadoreños a esta forma de hacer política.
Lo que viene a partir del 1.º de mayo es una nueva forma de gobernabilidad, un continuo trabajo territorial de los alcaldes y de las instituciones del Gobierno del presidente Bukele y el nuevo binomio mano a mano con la gente. La confianza depositada en las urnas se traducirá en trabajo, leyes a favor del desarrollo, proyectos de transformación y un país donde la palabra «diputado» recupere el sentido de ser: un verdadero representante del pueblo.
Al final, el 28F fue el día de la victoria del soberano y la lapidaria derrota del bipartismo para construir un nuevo andamiaje político y legislativo, luego de desmontar la difícil herencia de las fuerzas de posguerra que traicionaron al país y a la gente con su corrupción y desidia. Todo eso quedó atrás. Hoy veamos hacia adelante y demostremos cómo se construye un mejor país, con Nuevas Ideas, la buena gobernabilidad y el trabajo entre todos los salvadoreños. ¡Misión cumplida y hacia adelante!