El régimen de excepción ha permitido a las autoridades de seguridad pública y a la Fuerza Armada la detención de más de 46,000 pandilleros y colaboradores de las estructuras delictivas. Las reformas legales que amparan este régimen han logrado lo que nunca se había podido hacer en El Salvador, que es recuperar la tranquilidad en los barrios y las colonias, además de haber sacado al país de la lista de naciones más violentas.
Los ciudadanos honrados y honestos han recibido con beneplácito unas medidas legales que lograron arrinconar, de una vez por todas, a las pandillas, que sembraron terror y muerte a lo largo y ancho del país durante las administraciones corruptas y decadentes de ARENA y del FMLN. Estos dos partidos políticos, dos caras de la misma moneda, no solo permitieron crecer, como un tumor, a las pandillas, sino que las alimentaron, las protegieron e incluso financiaron, llegando incluso a ofrecerles millones como pago por su apoyo electoral o por «reducir» los homicidios, lo que no fue más que otra mentira, porque lo que hicieron fue seguir los asesinatos y hacer desaparecer los cuerpos de las víctimas.
El Gobierno del presidente Nayib Bukele, en cambio, ha enfrentado como nadie en la historia nacional a las pandillas, deteniendo a importantes cabecillas, gatilleros, sicarios y toda la gama de colaboradores, golpeando toda la estructura delincuencial. Los pandilleros se tratan de esconder en campamentos en zonas rurales, donde son encontrados por las patrullas conjuntas de soldados y militares, o buscan abandonar el país, pero son detenidos en las fronteras o devueltos por los países vecinos.
Por primera vez en la historia, los ciudadanos tienen la confianza de que las autoridades detendrán a los responsables de cometer crímenes y no los dejarán libres, como solía suceder en los gobiernos de ARENA y del FMLN.
Por estas razones, la continuación del régimen de excepción es una muy buena noticia para todos. Todavía hay pandilleros escondidos y el Gobierno tiene la tarea pendiente para erradicar de raíz las organizaciones criminales, para que no vuelvan a resurgir en el país.
Los beneficios están a la vista, con una cantidad inédita de días sin homicidios (como jamás se vio en El Salvador en su historia), además de millonarios decomisos de dinero en efectivo de las pandillas, propiedades, vehículos, teléfonos celulares y droga.
Solo los que defienden a las pandillas y la inseguridad que venía con ellas podrían oponerse a que las familias salvadoreñas tengan paz y tranquilidad en sus hogares.