La victoria de Nayib Bukele en 2019 fue el fin de la posguerra en El Salvador, pero también fue el inicio del fin del viejo sistema de partidos políticos que engendró la más variada colección de prácticas corruptas y de mecanismos de saqueo del Estado. Los últimos presidentes del FMLN y de ARENA están o presos, como el arenero Antonio Saca, o huyendo de la justicia y refugiándose al cobijo de Daniel Ortega, como Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén (una modalidad de protección que en el pasado han recibido terroristas y grandes criminales buscados por la justicia internacional).
Con tres años al frente del Ejecutivo, el nivel de aprobación de la gestión del presidente Bukele es sorprendentemente alta, arriba del promedio de los mandatarios de la región, lo que demuestra la alta estima que la población tiene por el gobernante. Los salvadoreños destacan sobremanera la mejora sustancial de las condiciones de seguridad, tras la captura de más de 51,000 pandilleros y colaboradores de las estructuras criminales.
Tampoco pueden obviarse las 11 medidas adoptadas por el Gobierno para enfrentar la inflación mundial, las cuales contemplan la suspensión temporal de impuestos a la importación de alimentos y a los combustibles —además de asumir un subsidio para congelar el precio de los hidrocarburos, incluyendo el gas propano—, aumentar la producción energética y desplegar brigadas para verificar que, en efecto, no se aumenten los precios injustificadamente o por meros intereses especulativos.
Otro de los éxitos del Gobierno ha sido el manejo de la pandemia de la COVID-19, que permitió al país tener la menor cantidad de fallecidos en la región centroamericana y, como consecuencia, hizo posible más rápido la reactivación económica.
Ante estos hechos tan contundentes, la oposición política no ha logrado articular una opción de cara al liderazgo del presidente Bukele, al punto que viejos y desacreditados políticos han vuelto a salir, cual mediocre reciclaje, planteando la creación de un frente común, pero en torno de la sociedad civil y no alrededor de ARENA-FMLN y sus aliados.
Mientras esto sucede, los planes del Gobierno siguen en marcha transformando profundamente a El Salvador y elevando la calidad de vida de los ciudadanos, quienes apoyan decididamente el régimen de excepción y las demás medidas tomadas para mejorar la seguridad, proteger la economía familiar, la salud y la vida de todos.