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Carlos Cordero, académico e investigador en diseño.
ARTÍCULOS DE HISTORIA Y SIMBOLISMO
PRIMERA ENTREGA
El sol, astro rey por excelencia, corazón de la vida en toda la Tierra, que con sus rayos incandescentes gesta toda existencia. Este cuerpo celeste, así como la luna y sus fases, tiene cuatro momentos en el año, denominados solsticios y equinoccios. El solsticio de verano (21 de junio) se caracteriza porque el sol influye de forma vertical sobre la superficie de la Tierra, haciendo que la luz predomine sobre la oscuridad, mientras que en el caso del solsticio de invierno (21 de diciembre), los rayos luminosos inciden de forma más colindante. Este movimiento evidente del sol en los cielos se denomina analema, el cual es una curva en forma de lemniscata o número ocho, en el que los extremos de esta forma geométrica corresponden a los solsticios y su punto de encuentro a los equinoccios. Hablando del simbolismo del analema, representa el infinito, como la ciclicidad del tiempo que rige toda la existencia del hombre.
Vamos a concentrarnos en este período en el cual el sol incide de forma perpendicular en la estación estival, y es que, de una forma alegórica, si la primavera personifica el nacimiento y la fecundidad, el verano representa la plenitud en la vida del ser humano, esta etapa de la naturaleza se caracteriza precisamente porque los frutos llegan a su madurez; festividades como el árbol de mayo en el Viejo Continente dan testimonio de ello, siendo este elemento, un enorme tronco o palo que se solía erigir en una plaza central, el cual estaba adornado de flores, frutos y banderines de colores y en cuyo entorno las jóvenes bailaban.
El origen de esta tradición es remota, siendo parte de las festividades fenicias y celtas. En esta última civilización, estaba asociada al culto de Beltane, con quien iniciaba el tiempo de llevar el ganado hacia los pastos de verano. En el norte de Europa, esta festividad se enmarca en la fiesta del Midsommar, que se solía celebrar en la víspera de san Juan.
La fiesta de san Juan Bautista se mezcla con la tradición pagana del solsticio de verano, cuya celebración es acompañada de fogatas a lo largo del Viejo Continente, en el que el fuego es un elemento purificador así como una alegoría del calor del sol, que en la noche más corta del año es alimentada con la luz de los fieles.
Podemos mencionar, además, que en toda religión la vela es símbolo de lo sagrado por excelencia, en la que la cera es la materia burda de la personalidad, la llama, la triada del espíritu y la mecha el alma, que sirve de puente entre estas dos naturalezas; de la que podemos inferir que la noche de los fuegos de san Juan es una noche de purificación en la cual no faltará una hoguera. De esta última palabra proviene «hogar», o lugar donde se guarda el fuego, la luz que une a las personas bajo un techo en el calor de una familia.
En otras antiguas civilizaciones, como la de los griegos, en la noche del solsticio de verano solían hacer fogatas de purificación en honor de Apolo, mientras que los romanos hacían hogueras en honor de Minerva, en las que los jóvenes saltaban tres veces. Por otro lado, esta noche mágica se caracterizaba por ser un encuentro para los amantes, quienes aprovechaban esas escasas horas de oscuridad e invocaban a las llamas para que expulsaran a los espíritus y demonios que afectaban la relación. Pero si del culto al fuego estamos hablando, no podemos olvidar en esa noche tan especial el rol que este elemento tuvo en el zoroastrismo, como la luz que representaba a Ahura Mazda en el Maidyoshahem o mitad del verano.
Finalmente, san Juan es el único santo al que la cristiandad le venera su nacimiento y su muerte. Su deceso es celebrado en diciembre, el día de san Juan Evangelista. Esta fecha marca junto al mártir el ocaso del sol en el solsticio de invierno, simbólicamente hablando, la palabra Juan proviene de Juno y Janus que significan puertas, siendo, ambos períodos, dos portales: uno correspondiente a la plenitud de la luz o período de madurez espiritual en la realidad del hombre; y otro, correspondiente al ocaso, a la vejez y a la cercanía del mundo celestial, del cual deviene una nueva existencia del sol. Ambos ciclos nos indican que somos parte de ese gran misterio de la vida y la muerte, y que uno es consecuente del otro. Pero si sabemos aprovechar cada momento, disfrutaremos el calor del sol a la luz de nuestras acciones, para finalmente reposar cuando el astro termine su carrera del tiempo, para posteriormente, ya enriquecidos de la experiencia de la vida, volvamos nuevamente a continuar en un próximo amanecer de la existencia como hombres o como dioses.
DePoesía
Por Marcos Chacón
«¿QUIZÁ SOY POETA?»
Cuando las noticias son malas, me siento
triste, abrumado, la depresión, látigo fatal
que susurra las desgracias a la ansiedad
para que juntas me maten.
El Universo tan bello y divino, luminoso
y quizás silencioso, llora, junto con las galaxias
y constelaciones, para darme su energía
cósmica, de eternidad para darme alegría.
Cuando veo sus luces y explosiones cuánticas,
me alegran, y avivan mi incapacidad,
que se pregunta, mi incapacidad científica,
cuán fuerte es, su luz, para alejar mi tristeza.
DeCuento
«LA SANGRE EN LA GRIETA DEL ASFALTO»
Por Carlos Guzmán.
— ¡Doctor, tengo COVID!
— Es COVID. Necesitará plasma de convaleciente —dijo el galeno luego de examinarlo—. ¿Qué tipo de sangre es?
— Mi tipo de sangre es amable, bondadosa, conocedora de mi país…
— ¡A, B, AB, O! —lo interrumpió el doctor.
Y ante su ignorancia, el médico hizo el tipeo pertinente.
— Señor Quijano, su tipo de sangre es muy escaso, según los registros de plasma de convaleciente, existe un caso en Berlín. Vaya allá y consiga esas plaquetas.
— ¿Doctor, si yo no practico tenis?
— Dije «plaquetas», no «raquetas». El posible donante es Pepe Pepino. Vaya y consiga un litro.
— Hoy mismo viajo a Alemania a conseguir el plasma, doctor.
— ¿A Alemania? — Usted dijo Berlín, doctor.
— Berlín, pero de Usulután.
Y el exdiputado partió hacia Berlín en busca de Pepe Pepino. Lo encontró bolo en una cantina.
— ¡Don Pepe! ¡Don Pepito! ¡Don Pepinillo! Necesito un litro.
— Entre… Entre. Le tenemos Chamaco, Muñeco y Trenzuda
—explicó el cantinero.
— ¡No! Necesito un litro de la bendita sangre de don Pepino. Pagaré lo que sea. «2020», de la artista Nadia Borges, de Portugal.
— ¿Y quién es usted? Se parece al famoso Tacuacín Peinado
—y todos los bolos rieron.
— Ha pasado toda su vida chupándole el dinero al pueblo, y ahora quiere chuparle la sangre a nuestro amigo —volvieron a reír—. Ahora es vampiro.
— Deme un litro, don Pepino. Véndame su plasma.
— ¿Plasta? Yo le vendo plastas, pero de vaca —y las risotadas.
Y Pepe Pepino aprovechó la coyuntura.
— Quiero $100. Quijano se los entrega.
— Me ha pagado el primer gramo.
— Que devuelva lo robado —y más risas de bolos.
— Está bien. El litro tiene 40 gramos, eso quiere decir que le daré 4,000 —los entrega—.
— Según mis cálculos, el litro tiene 3,000 gramos. Usted me dará $300,000 … Eso para usted no es nada… No es ni medio maletín negro.
Y Quijano le entregó un maletín negro.
— ¡Todo por mi vida!
Y el enfermero extrajo la sangre.
Pepino toma la maleta y se marcha con sus amigos gritando: ¡Primero El Salvador!, ¡segundo El Salvador! y ¡tercero El Salvador!
Quijano se marcha. En el desvío de Mercedes Umaña hay un muerto, cuya sangre se ha empozado en una grieta del asfalto. El muerto tiene una camisa de Nuevas Ideas.
— Uno menos —dijo Quijano—. Camisa asquerosa; asquerosa como su sangre.
Luego se entera que quien le disparó le gritó: «¡Maldito, golondrino!».
— Pobre hombre. Nadie debe morir por sus ideas políticas —dijo el hipócrita.
En la misma conversación se entera que el muerto era de Berlín, que se acababa de salvar de la COVID y se llamaba Pepe Pepino.
— ¿Pepe Pepino? ¡Imposible! Acabo de conversar con él.
— Seguramente platicó con su hijo. Tiene el mismo nombre. Es un borrachito fondero —explicó el lugareño.
— ¡Nooooooo! ¡Maldito estafador! —exclamó y corrió a beber la sangre en la grieta del asfalto.