El Salvador y los volcanes tienen una estrecha y muy marcada relación en la historia, hasta el punto de que una cordillera volcánica es parte del escudo nacional. De acuerdo con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), de los 242 volcanes en el país, 36 se catalogan activos y el resto se dividen entre dormidos y extintos.
De los 36, 10 están en constante monitoreo, ya que son los que más actividad presentan. El que encabeza la lista es el volcán de San Miguel. Le siguen los volcanes de Santa Ana e Izalco (Sonsonate), el volcán de San Salvador, la caldera del lago de Ilopango, la caldera Agua Shuca, el volcán Conchagüita (La Unión), el volcán de San Vicente, el de Tecapa y El Hoyón.
Científicamente, un volcán es «cualquier abertura de la corteza terrestre que permite el paso de magma desde el interior de la tierra hasta la superficie». La coordinadora de vulcanología del MARN, Jacqueline Rivera, explica que un volcán se considera activo cuando en los últimos 11,000 años presentó al menos una erupción, y los 36 de El Salvador cumplen esa característica.
Rivera menciona que la topografía volcánica del país es variada y presenta características peculiares, como el volcán de San Vicente que tiene dos picos, el de Conchagüita, que tiene dos cráteres en la cumbre, y el complejo volcánico de San Salvador, que reúne varios volcanes, aunque el más conocido es El Boquerón.
Agregó que para determinar si un volcán está activo se monitorean su actividad sísmica, la presencia de fumarolas y las temperaturas anómalas.
«Al volcán de San Vicente no le conocemos una explosión, pero tiene remanentes de calor, lo que conocemos como “infiernillos”. Hacemos el monitoreo sísmico, el de gases, agua y el de temperatura», explica.
Según los registros que ha procesado el MARN, el volcán Chaparrastique (San Miguel) es el que tiene la mayor actividad volcánica, emisión de cenizas y presencia de sismos.
Detalla que un volcán representa múltiples amenazas y es por eso la importancia del monitoreo constante para tomar decisiones con rapidez. «Los volcanes son multiamenazas cuando el proceso eruptivo comienza. Tenemos emanaciones de gases afectando la salud de los pobladores. Tenemos la expulsión de cenizas, y recordemos que esta es un pequeño vidrio y, si llega a las mucosas, puede dañar los ojos o el sistema respiratorio. También puede haber expulsión de balísticos, que es lo que solemos ver como rocas incandescentes, y hay sismos», detalla.
La experta remarca que El Salvador no es el único país que está rodeado de volcanes, pero enfatiza que es importante compartir el conocimiento y las experiencias con otras naciones que poseen características similares.
«No somos el único país que afronta este tipo de retos, el territorio es casi el 99 % material volcánico; no podemos vivir sin aprender de los volcanes. Por ejemplo, construir techos que estén diseñados para retirar cenizas volcánicas más fáciles o construir edificaciones con base en la sismicidad. No podemos ignorar que vivimos en un país en donde pueden ocurrir una erupción volcánica, un sismo y un huracán al mismo tiempo; no lo hemos visto, pero podría suceder. Debemos prepararnos», dice.
Actualmente, el Gobierno de El Salvador ha fortalecido el Sistema Nacional de Protección Civil y las instituciones trabajan compartiendo información sobre los fenómenos naturales en tiempo real.