El tema es bastante amplio y escabroso. Para no herir susceptibilidades, baste decir que no estoy generalizando, o hablando de un país en particular, más bien es un modelo que se repite en nuestros países, que a toda vista se ha vuelto un lucrativo negocio, más allá de lo moral e inhumano.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), al igual que la Reserva Federal de Estados Unidos de América, funciona bajo el financiamiento de empresas u organizaciones privadas, no de los Estados que tienen como mandato el bien común.
Desde esta perspectiva es fácil comprender que la producción de medicamentos obedece a una estrategia de mercado y de acumulación de capital. Numerosos casos de investigaciones para curar o aliviar en gran manera las enfermedades crónicas, que dejan billones de ganancias al sistema de producción de medicamentos, se han perdido en el gran entramado de los consorcios farmacéuticos.
Me comentaba un profesor universitario que dos grandes investigaciones sobre la restauración del páncreas, que podría mejorar o curar la diabetes, fueron abortadas. Una comprando en su totalidad los resultados de una investigación y la otra por el encarcelamiento del director del equipo de investigación proveniente del Oriente Medio, bajo supuestos cargos de sospecha de terrorismo. Esos avances se ralentizaron, pero ya circulan en internet supuestas enzimas de regeneración del páncreas. Sin olvidar la facilidad del fraude en la venta de medicamentos «naturales» por esos medios.
En las esferas de la alta sociedad, las variables son otras. Los medicamentos, las consultas médicas y el acceso a la tecnología permiten que los porcentajes de enfermedad y muerte sean mucho menores que en las clases menos favorecidas.
Pero ¿qué pasa en los sistemas de salud de la población? Muchos médicos, para poder tener ingresos adecuados a su estatus, deben tener por lo menos dos trabajos. Muchos trabajan en el sistema público de salud y en su clínica privada. Por supuesto, la atención al paciente difiere. En el sistema público le dan límite de tiempo por cada paciente, porque la lista es larga, así que la conversación y la toma de signos para el diagnóstico, si las hay, son más aceleradas, muy rápidas, y la posibilidad de error es más alta.
Por el lado de los medicamentos, estos difieren por su calidad y existencia. No es en todas las dependencias, pero sí en una gran mayoría, y en los más alejados de los grandes núcleos urbanos tiende a ser más deficiente. En su mayoría son paliativos, no curativos.
La atención del personal, si bien ha mejorado, todavía dista mucho para la excelencia. Me imagino que hay personal cansado o desmotivado, que ya agotó su paciencia o tolerancia, a pesar de que sus prestaciones y salarios son mejores que la media.
En conclusión, si vemos los pequeños fallos en todo el sistema, lo que dice la «vox populi» de todos estos temas, tiene su razón de ser. Claro que en la jerga popular esto se engrandece y exagera. Pasa de boca en boca la mala experiencia y poco se reconoce lo positivo.