La política salvadoreña se encuentra en una coyuntura de un recambio generacional de grandes dimensiones. Las causas que han provocado este ciclo son muchísimas y la inmensa mayoría de la población salvadoreña lo desea rotundamente.
Cuando el presidente Nayib Bukele obtuvo la contundente victoria electoral sobre su contrincante Carlos Calleja, de ARENA, era el inicio de un proceso de vital cambio político para nuestro país.
Atrás quedaban las estrategias de campaña donde la bandera partidaria era la fortaleza de los candidatos; inservibles quedan hoy las visitas territoriales donde se regalan escobas, guacales y láminas, donde para los políticos arcaicos la dignidad de las personas era un harapo insignificante.
Luego de años de decadencia política y partidaria, después de robos descomunales al pueblo salvadoreño apareció un político pragmático, alguien que desde el inicio fue destacando por no ser nada ortodoxo en su forma de conectar con la gente.
Nayib Bukele hizo su aparición y de forma interesante fue capitalizando su apoyo de forma inconmensurable a tal grado de inspirar a muchas personas a seguirlo y a buscar replicar su visión de país, donde los servicios públicos sean mejores que los privados y donde se dignifique a la gente que vive en condiciones vulnerables, que por décadas ha sido excluida.
Es decir que Nayib Bukele se ha convertido en un referente nacional y regional, es el mandatario mejor evaluado de Latinoamérica, acumula más del 80 % de la aprobación, según lo demostraron las recientes evaluaciones abordadas por las encuestadoras Mitofsky, Real Time Data y el Directorio Legislativo, con sede en Washington (Estados Unidos) y Buenos Aires (Argentina).
Esto crea también algo importante para el análisis, y es que los futuros diputados por Nuevas Ideas y alcaldes tienen la enorme responsabilidad de emular la dinámica de gobernar del presidente Bukele.
Todas las encuestas hasta la fecha vaticinan una victoria abrumadora de Nuevas ideas, y reflejan con ello el hastío de la población con la actual clase política. Por ello su compromiso con el país es enorme.
Al tener mayoría de Nuevas Ideas en las alcaldías y en la Asamblea Legislativa, por inercia deberá existir una sistematizada articulación con el Gobierno Central para llevar políticas de beneficio y desarrollo a todos los rincones de nuestro país, teniendo una eficiente gobernabilidad que hasta la fecha ha sido complicada por los entrampamientos de una oposición política obtusa e inoperante.
Este 28 de febrero pasará a la historia como la consolidación de un proyecto político que en sus inicios para muchos, e incluso para mí, generaba poca credibilidad. Sin embargo, me ha demostrado con creces que cuando realmente se quiere invertir en la población a pesar de diversas vicisitudes se hace y con enormes y gratos resultados.
Eso es la democracia, estimados lectores, poseer la libertad y capacidad de discernir, votar y apoyar los proyectos políticos que nos parezcan, no como las burdas amenazas de la oposición política vociferando que «peligra la democracia si el partido Nuevas Ideas llega a tener mayoría en la Asamblea Legislativa».
Es la democracia la que nos permite elegir a quienes nos gobernarán, y en su momento el partido ARENA tuvo mayoría en la Asamblea Legislativa y en las alcaldías; nombraba a placer a funcionarios de segundo grado: fiscal general, presidente de la Corte de Cuentas, etcétera.
Si la población salvadoreña elige a una mayoría de NI, con ello viene el ocaso de una generación política que defraudó a El Salvador.