La oposición en El Salvador hace gala de intolerancia y no tiene vergüenza alguna de esconder sus ansias de recuperar el poder que durante décadas ejerció sin ninguna restricción en el territorio nacional, llegando al Gobierno para saquear y enriquecer a sus cabecillas.
Ahora, a través de todas sus expresiones (partidos políticos decadentes y moribundos, tanques de pensamiento y «academia», además de clubes de empresarios y analistas que lanzan peroratas en sus órganos de difusión) busca negarle al pueblo salvadoreño el derecho a decidir darle un segundo mandato al presidente Nayib Bukele.
Es curioso que muchas veces esos voceros salían en el pasado a reclamar la modernización del Estado, a exigir la venta de activos públicos —como la banca, la distribución de la energía eléctrica o la telefonía—, porque el Estado «no era eficiente» y pedían cambios para estar preparados para los nuevos tiempos. Sin embargo, todas estas eran excusas para adueñarse de grandes negocios y recibir grandes bonificaciones por ello. Uno de los actuales líderes de la oposición, de hecho, participó activamente en la redacción de la nueva ley de telecomunicaciones, beneficiándose ampliamente en el proceso.
Sin embargo, esos gritos de modernización enmudecen cuando se trata de revitalizar los derechos del pueblo para decidir por un segundo mandato presidencial, garantizando, de esta forma, continuar por el buen camino emprendido en 2019 con la llegada de Bukele a la presidencia. Para la oposición, vale más el pensamiento anclado un siglo y medio atrás que la decisión del soberano, precisamente porque eso va en contra de todos sus intereses económicos y políticos.
De este modo, sin ningún empacho, la alianza ARENA-FMLN se hace cada vez más transparente y directa. Voceros de ambas organizaciones hablan abiertamente de crear una «alianza opositora» amplia y plural, lo que no es otra cosa que reconocer públicamente lo que siempre han sido: una organización con dos caras visibles y supuestamente antagónicas, pero que, en realidad, trabajaban para el mismo fin de perpetuarse en el poder. Ahora hacen un llamado a que el resto de los aliados aparezcan juntos y crear una percepción de una inexistente fortaleza que desesperadamente quiere recuperar lo perdido.
Ya los salvadoreños han decidido cuál es el camino que lleva al país por la libertad, la prosperidad, el desarrollo y la seguridad. Sin duda alguna, continuarán apoyando a un Gobierno que de verdad trabaje por el bienestar común, no que esté al servicio de cúpulas mercantilistas y partidos obsoletos.