Después del amor inconmensurable de nuestro Dios, solo hay otro amor aquí en la Tierra no menos grande y fuerte como el amor de una madre, quien te da a luz, te da tus primeras caricias, tus primeros besos, quien te arrulla cuando lloras, quien te alimenta con sus senos cuando tienes hambre, es la que te enseña a decir tus primeras palabras, la que te anima a dar tus primeros pasos, la que te defiende con todas sus fuerzas si te ve en peligro. Ella es tu madre, y si tienes una madre todavía, dale lo mejor de tu tiempo, cuídala y protégela, como ella hizo contigo cuando eras débil e inocente. Hoy tú eres su fuerza, su orgullo, su fortaleza, y si tu madre ya es una adulta mayor no la abandones, recuerda que ella nunca te abandonó a ti y hoy que ya está con pocas fuerzas recuerda que tú eres su fuerza y eres el motivo de su alegría. Si tienes mucho trabajo no te olvides de llamarla, siempre hay un espacio para hacerlo, pero ve a verla cuanto puedas. Dios nos da un mandamiento con promesa de aquel «que honra a padre y a madre verá días buenos en la Tierra, larga vida y prosperidad». En este mes de mayo que se celebra en nuestro país el Día de la Madre, nos llena de mucha alegría compartir con ella, hermanos y familiares, aunque recuerda que ella nos necesita todos los días del año.
Una madre significa dar todo el corazón y entregar las fuerzas cada día para sacar adelante a sus hijos y enseñarles a vivir. Significa tener una razón de ser para el resto de la vida. Si hay un amor que podamos llamar en esta Tierra verdadero amor, es el amor sincero de una madre, un amor que a su vez es eterno e infinito. En realidad, ser madre implica seguir los pasos de unos pequeños maestros, sus hijos, hasta que se hacen grandes. Con solo existir y sin saberlo, los hijos le enseñan a amar de manera incondicional. Una madre siempre piensa doble: por sus hijos y por ella.
Ser madre no significa sonreír siempre sino también llorar; requiere muchas noches de insomnio, significa un sinfín de preocupaciones, horas de correr tras sus hijos, días, meses y años de inventar muchas formas para hacerlos felices; aguantar peleas y tolerar con toda la paciencia del mundo la infinidad de sinsentidos que tiene la vida.
Una madre no puede vivir por sus propios hijos, pero sí procura compartir lo máximo con ellos, por eso una madre intenta cada día coser unas alas ligeras que les permitan a sus hijos siempre volar muy alto.
Una madre carga sobre sus espaldas demasiado equipaje. Quizá esto es un acto heroico, pero sobre todo es generoso. Probablemente sacrificar sus metas, sus aspiraciones o su vida por sus hijos no hacen de una madre un ser valiente, pero sí la persona más tenaz y generosa del mundo. Enseñar a sus hijos cómo enfrentarse al mundo y superar todos los miedos, sacar a sus hijos adelante y protegerlos ante todo, eso es lo que hace a las madres el mejor ejemplo de valentía y amor.