La voluntad de poder planteada por Friedrich Nietzsche es un concepto de gran valía para la comprensión de lo que el ser humano es, y no siempre ha sido interpretada de la manera más correcta, ya que se ha creído que es la aptitud del fuerte (físicamente hablando), mientras que realmente trata del ser interno, de esa voluntad que radica en el ser humano y es digna de admiración.
Ciertamente, las observaciones realizadas por Charles Darwin en su teoría de las especies sobre la sobrevivencia del más apto y adaptable son realmente ciertas; indiscutibles para el reino animal y vegetal, pero en el ser humano hay una cualidad que lo saca, lo desliga de esa ecuación, precisamente, la voluntad de poder. El «übermensch», es decir, el superhombre nietzscheano.
De tal suerte que la postura del profeta de la posmodernidad, si se sabe interpretar y aplicar a la vida de la persona, recobra un valor trascendente: la capacidad, por esa voluntad y raciocinio de superar las adversidades, de resiliencia, de automejoramiento, que le permite ver más allá de las circunstancias y salir del eterno presente por medio de su pensamiento voluntario.
El maestro Henri Dominique Lacordaire solía expresar al respecto: «El carácter es la energía sorda y constante de la voluntad». Esa voluntad que radica en la capacidad de comprender la grandeza de la fuerza mental y espiritual del ser humano. Ese fortalecerse día a día, y tal como diría Nietzsche: «Lo que no mata, te fortalece». Vuelve un superhombre, un ser digno.
Por tanto, mientras no se comprenda la grandeza divina y trascendente de la voluntad humana, será difícil que las personas puedan superar las adversidades como una enseñanza de vida, como ese continuo ser y hacer a través de la voluntad de poder, que permite elevarse por encima de la mediocridad y conlleva a la potencialidad de cada aspecto de la vida humanizante.
Por ende, desde la infancia, los padres o cuidadores deberían tener claridad sobre este concepto de voluntad de poder, ya que les permitiría criar y formar con un sentido de superioridad, no respecto a los demás, sino respecto a la superación permanente de sí mismos, es decir, de sus hijos, y lograr sociedades más fuertes mental y emocionalmente.
De ahí, la imperiosa necesidad de potenciar desde el sistema educativo a niños y jóvenes con la capacidad de autorregularse por medio de su voluntad y la soberanía de su raciocinio, botando así el velo de la ignorancia y de la debilidad humana. A diferencia de los animales, de los que solo sobrevive el más apto en fuerza, en la especie humana sobrevive el que piensa, siente y actúa sensatamente.
Así pues, la voluntad de poder no es más que la propia naturaleza humana de sobrepasarse a sí misma y de potenciar al máximo esa capacidad de ser cada vez más humano y divino al mismo tiempo. Tal como diría nuestro amado filósofo del día, Nietzsche: «Algo vivo quiere, antes que nada, dar libre curso a su fuerza —la vida misma es voluntad de poder—». ¿Se anima? Usted y yo somos más fuertes de lo que nos imaginamos, solo es de reconocer esa voluntad de poder como designio para nuestras vidas.
¡Usted puede, pues es un «übermensch», un superhombre por gracia de divina!