El mayor error que el capitalismo salvaje ha cometido, desde la industrialización y es darle valor de mercancía al tiempo, al trabajo y a la dignidad del ser humano. La concepción de utilitarismo planteada por el filósofo Jeremy Bentham no iba bajo el argumento de lo útil en el ser de la persona, sino en el conocimiento. Claro está, el mercantilismo todo lo interpreta según sus intereses y por eso lo enmascara como necesario para el progreso. Desde aquella teoría del rebalse, planteada por el capitalismo originario, se le ha vendido la idea a todo trabajador que tiene que deberse en cuerpo y alma a su trabajo y ser leal al patrono, bajo el argumento de estar agradecido porque le da de comer, como si no fuera igual de cierto que el colaborador también le da de comer a su jefe. ¡Verdad ineludible, aunque no sea aceptada por una gran cantidad de empresarios de nuestro país!.
Ya lo expresaba el autor citado con antelación: «La mayor felicidad del mayor número es el fundamento de la moral y la legislación». Pues bien, lo útil como fundamento filosófico y ético en Bentham y toda la moral cristiana, budista, musulmana y hebrea implica la lucha por la felicidad y esta, a su vez, no es un constructo abstracto e idílico como se cree; al contrario, se hace a través de una vida digna en lo económico y lo social.
De tal manera que la utilidad de un ser (persona) está por encima de la utilidad de una cosa o mercancía, pero esta diferencia parece que no es observada por una gran cantidad de empresarios del país y del mundo, en el que cada vez más el ideal empresarial es acumular la mayor cantidad de riqueza sin importar la salud o los sentimientos del colaborador. Esta es una realidad que debe cambiar. Una teoría así es indefendible. La vida humana ha de ser ante todo y sobre todo el gran y mayor valor de la vida.
Por tanto, expreso mi gratitud a todo empresario que ofrece trabajo y salario dignos a sus colaboradores, pues comprende que sin ellos, él no sería tampoco. Pero denuncio, con mis entrañas, a todo mal empresario que considera que su vida y la de su familia es mayor y más importante que la de todos los demás. Mercaderes de la vida, de esos abundan en todas las áreas de la vida económica empresarial, incluso en la educación privada, en la que sin duda hay mercaderes de la formación.
Respecto a esta ansia de más, recuerdo lo planteado por el gran Epicúreo: «Ningún insensato se conforma con lo que tiene, sino que se atormenta más con lo que no posee». Cuando el ser humano no ha interiorizado, busca llenar su vacío con algo que normalmente no sacia su deseo, solo lo engaña. Por ello, es de suma importancia reconocer que hay de cada uno en lo que se es, en lo que se piensa, en lo que se dice, en lo que se hace. Solo así se puede tener seguridad de lo que se es y lo que no se necesita para vivir y ser feliz.
Claro está, este es un trabajo de autoconocimiento que implica un verdadero deseo de ser libre y feliz; pero, ante una sociedad que ha enmarcado la felicidad y el éxito en los bienes materiales solamente, es una utopía lo planteado anteriormente. Se cuenta que el gran Diógenes al ver a un niño que tomaba agua con sus manos, botó su copa, único bien con el que contaba el filósofo, pero se dio cuenta de que el niño lo aventajaba. Por supuesto, no digo que hay que llegar a ese extremo, pero sí comprender qué realmente es lo que necesito y qué no para estar dócil para el vuelo.
Que esta nueva visión de vida que se está espectando en nuestra patria sea el comienzo de una verdadera revolución de la consciencia, tanto para la población en general como para los empresarios de este país. No hay duda de que se necesita riqueza en una nación, pero si no es distribuida justamente, es decir, desarrollo económico y no solo crecimiento económico, nada se está logrando, solo la acumulación asquerosa de la que ha estado acostumbrado nuestro amado país. Pero tú, querido lector, es momento de que viajes dentro de ti y empieces a eliminar todo aquello que pesa demasiado y no te deja ser libre y dueño de ti mismo.