Recientemente, el «New York Post» publicó el artículo «La sorprendente evidencia sobre la pérdida de aprendizaje ha llegado», con relación a la pérdida de aprendizaje de los escolares durante la pandemia de la COVID-19. El artículo se basa en los resultados de la Evaluación Nacional de Progreso en Educación (NAEP, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos en 2022, y mostraba que, comparado con las evaluaciones de 2019, escolares de cuarto y octavo grado han mostrado por primera vez una reducción en los puntajes de matemática y lectura, obteniendo notas similares a aquellas logradas en los años noventa, borrando así el progreso alcanzado en dos décadas. Asimismo, una revisión sistemática hecha por investigadores de Goethe University Frankfurt sobre la prueba PISA (Programa para la Evaluación Internacional del Estudiante, siglas en inglés) demostró una reducción promedio de 7.6 % en los rendimientos. La prueba PISA se administra cada tres años a estudiantes de 15 años de 65 países (El Salvador no incluido), evaluando matemáticas, ciencias y lectura. Los autores concluyeron que esa reducción del aprendizaje equivale a perder entre 0.38 y 0.9 años escolares.
Los efectos del cierre de escuelas debido a la pandemia se siguen viviendo, no solo reflejado en una caída del rendimiento de estudiantes en todos los niveles de educación, sino también creando una costumbre de ausentismo, en que los estudiantes, sus padres y los maestros han normalizado el no asistir a las clases o el que una actividad virtual sustituya la clase presencial.
Las tecnologías que nos permiten impartir clases a distancia son herramientas adicionales para llevar a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje, pero la evidencia demuestra que las clases virtuales no sustituyen las clases presenciales. En Suecia, por ejemplo, donde las escuelas primarias y secundarias no fueron cerradas durante la pandemia, un estudio del Karolinska Institutet, Linköping University y Linnaeus University evaluó a 97,073 escolares entre primer y tercer grado y no encontró pérdida de aprendizaje en lectura para los estudiantes con respecto a sus pares evaluados prepandemia, evidenciando que el cierre de la escuela, y no la ocurrencia general de la pandemia, ha sido el factor principal en la pérdida de aprendizaje. De hecho, los efectos de los cierres de escuelas debido a falta de presupuesto, vacaciones extendidas o desastres naturales están bien documentados, siendo siempre negativos.
La discusión sobre la necesidad de cerrar las escuelas durante la pandemia merece un análisis más profundo, y no es el alcance de esta columna. Pero sí es necesario reconocer los efectos que ese cierre ha tenido sobre los estudiantes y así poder establecer estrategias para recuperar ese aprendizaje perdido. También es importante reconocer que no todos los estudiantes han sido afectados de la misma manera. En las evaluaciones NAEP, el puntaje de estudiantes en el 25 % de mayor desempeño se redujo entre 0.75 % y 1.9 % pospandemia, mientras que el puntaje de estudiantes en el 25 % de menor desempeño se redujo entre 4 % y 6 %. Esto quiere decir que aquellos con menor aprendizaje inicial experimentaron una reducción significativamente mayor en el aprendizaje, efectivamente ampliando la brecha entre ambos grupos.
Es importante notar que los resultados mencionados acá provienen de países con sistemas de educación mejores que el nuestro. El índice de educación publicado por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas sitúa a Alemania, Australia y Estados Unidos en la posición 2, 5 y 16, respectivamente, mientras que El Salvador está en la posición 138. La implicación de esto es que es muy posible que nuestros estudiantes han sufrido un retraso aún mayor que el encontrado en los países incluidos en los estudios discutidos.
Ante una educación deficiente, marcada por la pérdida de aprendizaje, los niños en los primeros grados se encuentran en un riesgo mayor de nunca lograr las habilidades de comprensión necesarias que hacen el aprendizaje futuro efectivo. En el contexto de la pandemia, la pérdida de aprendizaje en matemáticas ha sido mayor que en otras áreas. El aprendizaje de las matemáticas se encuentra más allá de la aplicación de fórmulas (recuérdese del niño preguntándose «¿para qué me servirán los casos de factoreo?»). El aprendizaje de matemáticas tiene impactos significativos en la plasticidad cerebral, que se define como la habilidad del cerebro de reordenarse ante escenarios desconocidos, en otras palabras, las matemáticas preparan al cerebro para resolver un problema que la persona no ha enfrentado antes, sin importar si es un problema matemático o no.
Inevitablemente, las pérdidas en aprendizaje se traducen en pérdidas económicas, tanto para el individuo como para el país. La brecha educacional de los estudiantes en la Evaluación Nacional de Progreso en Educación de Estados Unidos (NAEP) se traduce en una reducción de ingresos del 6 % en la vida de los estudiantes afectados. Si el lector considera esta reducción en los ingresos poco significativa, tenga en cuenta que, para un ingreso promedio de $1,000 mensuales, una pérdida vitalicia del 6 % se traduce en $85,970 a lo largo de 35 años de trabajo a la tasa de interés actual del país (5 %). En este mismo contexto, un estudio de 2018 del Banco Mundial con datos de 139 países encontró que un año adicional de educación significa alrededor de 9.5 % más ingresos durante la vida productiva de una persona, un efecto directo del aprendizaje y las habilidades ganadas durante ese tiempo. La pérdida de aprendizaje en los últimos años puede tener un impacto económico grande para nuestros jóvenes.
El valor de la educación es innegable. Por ello es importante buscar estrategias que permitan a nuestros estudiantes recuperar, literalmente, el tiempo perdido. Esto requerirá un esfuerzo multidisciplinario y normalizar la asistencia escolar es el inicio. Las familias pueden contribuir significativamente a que sus hijos recuperen su aprendizaje. La tutoría de estudiantes es una alternativa recomendada, idealmente administrada por una persona capacitada para ese propósito; sin embargo, cualquier persona capaz de orientar al estudiante a ayudarse a sí mismo, incluyendo padres de familia, hermanos mayores, abuelos o amigos, puede contribuir a la mejora del aprendizaje.
A nivel de política de país, incrementar, en lugar de reducir, el tiempo que los estudiantes pasan en la escuela juega un papel importante para que los estudiantes recuperen el aprendizaje. Actividades escolares después de las clases, tutorías intensivas en áreas específicas, cursos de verano durante vacaciones y cualquier otra actividad educacional extra será de beneficio para los jóvenes. Además, un estudio de la Universidad de Stanford mostró que la manera más efectiva de revertir la pérdida de aprendizaje es incrementando el ritmo al que el estudiante aprende, y una de las maneras de incrementar ese ritmo es exponiéndolos a profesores con el mayor impacto sobre los estudiantes. Estos profesores se identifican a través de la evaluación periódica que se realiza en algunos países, una política que debería replicarse en nuestro país. Una vez identificados, estos profesores reciben incentivos económicos para expandir su alcance, por ejemplo, incrementando el número de estudiantes en su clase, participando en otros cursos o grabando clases para otros grupos.
Sin importar cuál sea la acción que se tome para revertir la pérdida de aprendizaje de los últimos años, el mensaje principal es que se debe hacer algo. La educación es demasiado importante como para perderla.