Claudia Herodier nació en San Salvador el 8 de agosto de 1950. Su poesía es de una voz dinámica, fuerte, que habla con una devoción honesta sobre temas como la muerte, la pasión, el desamor, la injusticia, el destino y la vida.
Es fundadora de la Juventud Musical Salvadoreña y del conjunto folclórico Mahucutah, así como cofundadora y miembro activo del primer grupo literario de mujeres escritoras salvadoreñas Poesía y Más (1996).
Ideó y coordinó el primer certamen nacional de poesía feminista «Matilde Elena López» y el «Centenario de Edmundo Barbero».
Ganó el segundo premio de poesía en los Juegos Florales Centroamericanos y de Panamá celebrados en Quezaltenango, Guatemala, en 1972, con el libro «Volcán de mimbre».
Fungió como representante por el departamento de Filosofía de la Universidad Nacional de El Salvador (UES) ante el Consejo Editor de la Revista Aportes de la Facultad de Ciencias y Humanidades entre 1975 y 1978. Además, en la misma institución fue miembro fundador de la revista de filosofía Conflicto, en 1978.
Cuenta con más de 20 títulos inéditos, entre ellos: «España inquebrantable», «Gitanas de genios», «Alfombra de cinco hormigas», «Señor de la aAa (Amor escrito con todas las a)» y otros.
¿Desde cuándo empezó a escribir?
Empecé a escribir antes de saber escribir, porque lo que hacía era dictarle mis poemas a mi mamá y después los ilustraba con mis garabatos de dibujo. Cuando terminaba de dictarle, ella tenía que leérmelo y si me daba cuenta de que se había equivocado o cambiado algo le armaba unos berrinches de película. Cuando ya conocí las primeras letras, unas escritas al revés, los firmaba. Al llegar al colegio me encantaba la lectura y empezaron a darnos en clases de castellano nociones de métrica. Me acuerdo de que en la adolescencia, en una libreta pequeña, con lápiz escribía mis poemas e incluso en el bus. A finales del bachillerato hubo un certamen de poesía en mi colegio y gané el primer lugar con un poema a la madre.
¿Cuáles fueron sus estudios?
Salí de bachiller en Ciencias y Letras. Me metí a la UCA y llevaba dos carreras que eran Filosofía y Letras. De esta última cursé hasta quinto año, pero la dejé para dedicarme a Filosofía. Saqué dos profesorados en Filosofía y Letras. En Guatemala estudié en la Universidad Popular, donde enseñan todas las carreras técnicas que en una universidad forman. En aquella época nos enseñaban, por ejemplo, cómo hacer flores de papel, marimba, guitarras, pinturas, cerámica y otros. Luego me cambié a la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla.
¿Qué influyó para que le gustara la escritura?
Me crié en el seno de una familia donde la cultura era el pan diario. Mi mamá era actriz, en la época del teatro de bellas artes dirigido por Edmundo Barbero. Me recuerdo tan vivamente verla a ella en el corredor de la casa donde vivíamos, casa de mi abuela, ensayando sus parlamentos de un lado a otro con sus libretas en la mano de «Doña Rosita la soltera», que son unos poemas maravillosos de Federico García Lorca. De tanto escucharla también me aprendí los versos. Mi papá de crianza era actor y director de teatro.
¿Escribe solo poesía?
No, también prosa, sonetos. Todavía no teatro ni novela.
¿Sobre qué temas habla?
Habló de todo lo que me ha impresionado, golpeado, dolido, alegrado o lo que sea. Creo que los poetas no tienen una temática predilecta, sino que dependerá de los puntos de interés que tengan, que vayan suscitándose en su vida o trayecto vital, las experiencias que puedan tener.
¿Cómo formó su primer libro?
En mi adolescencia mi primer libro se llama «Palabras» que nunca lo publiqué. El primer publicado fue cuando participé a mis 21 años y se me ocurrió participar en el certamen de poesía de Quetzaltenango, en Guatemala, y empecé a recopilar todos los poemas para formar el libro «Volcán de mimbre» que tiene 26 poemas con el gané el segundo lugar. Este lo publiqué en 1978.
¿Sus demás libros?
Muchos años después salió otro libro con la UTEC, gracias a la labor de Silvia Elena Regalado que publicó seis libros de mujeres e incluso el mío que se llama «Traición a la palabra». Escribí varios cuantos libros en junio de 1996, uno era «Letanía de los conjuros» que es un juego literario; «Jugando con Asturias» que son 22 sonetos y también escribí otros de sonetos. Luego, vinieron otros. Ya empezaba a escribir «Este es mi grito». También se ha publicado un libro editado por mí, porque yo solo escribí un artículo sobre María Julia Hernández, que fue directora de Tutela Legal del arzobispado en aquella época, que lo publicó Relaciones Exteriores. Además, tengo un libro de autor que es la segunda edición del «Libro mágico de las hadas guardianas del bosque y sus duendecillas», que lo publiqué en el 2019 y es importante porque creo que mis padres fueron mágicos, es como un homenaje para ellos. Este libro es para niños, que pueden colocar su fotografía, su nombre real y mágico.
¿Sobre qué trata el libro «Este es mi grito»?
Este comprende varios libros, o sea, en realidad esto es un volumen que abarca varios libros que no fueron publicados por separados, ni en el tiempo que debieron, sino que después en este volumen. Este fue publicado en junio 2016 y recoge 25 años de trabajo que abarcan desde el período antes de la guerra y los 12 años de guerra con mi visión de ella. El primer poema está fechado en 1974 y el último en 1997 que se llama «Total memoria».
¿Usted realizó la portada de ese libro?
Sí, cuando estuve estudiando en Guatemala Artes Plásticas hice amigos en la universidad y cuando volví en 1988 mataron a una compañera de aquella época y también había muerto otra compañera. Me impresionó tanto que fue que dibujé el rostro todo descompuesto. Me dolió mucho y lo auné a todo lo que había pasado en la guerra porque había perdido muchos amigos.
¿Cuál es su último libro publicado?
Había encontrado en mi casa un librito chiquito de unos sonetos de Miguel Ángel Asturias que eran ejercicios poéticos del gran poeta Horacio, lo había leído y preguntaba “¿me gusta? Sí y no”. Lo que me gustaron fueron las imágenes, metáforas y palabras de esos poemas y dije: “aquí tengo que aprender, es mi momento”. Y empecé a tratar de escribir donde incorporé muchas de las frases de los poemas de Miguel Ángel Asturias y ahí es como salió «Jugando con Asturias», que los escribí en 1996 y lo publiqué en abril de este año.
¿Hay diferencia en su poesía?
Tengo dos vertientes. En la primera etapa era más soñadora y lírica. Ya a partir del libro «Este es mi grito» me propuse ser objetiva y muy crítica porque, claro, lo que estaba tratando no era nada agradable. Además, era la historia de mi país.
¿Otros proyectos que realizó?
En 1996 fundamos un grupo de poesía de solo mujeres que nos caracterizamos por presentar lo que yo creé: Espectáculos poéticos. Lo que creé fue la idea e hice uno (poema) para el grupo y lo presentamos con muy buena acogida del público. En esa época estaba abierta la Fundación María Escalón de Nuñez, era como un centro cultural. Ahí presentamos «Poesía brujas», en base a mi libro «La letanía de mis conjuros», escrito para el grupo de mi parte.
¿Escribió una ópera?
Sí, en el 2005 mi hermano, que es compositor de música y director de coros, me propuso hacer una ópera sobre El Mozote. Entonces, escribí el libreto de la obra El Mozote que fue estrenada mundialmente en Colombia en el 2008 y luego en El Salvador, en el 2013, con la Ópera de El Salvador (OPES).
SU ÚNICA ÓPERA
Claudia Herodier escribió una ópera inspirada en la masacre de El Mozote. El hilo conductor de su creación es una historia de amor, que se desarrolla en un pequeño pueblo llamado El Mozote. Sus personajes son campesinos, hacendados y oficiales del ejército.
Rufina y Domingo, dos de los trabajadores, se han enamorado. Se separan temporalmente por motivos de trabajo.
Cuando Domingo regresa sorprende a uno de los trabajadores propasándose con Rufina. Este suceso es conocido por los allegados y otros trabajadores, quienes manifiestan abiertamente su rechazo. Finalmente, Rufina y Domingo se casan.
Diez años después, el país atraviesa por una guerra civil. Rufina y Domingo tienen cuatro hijos y se celebra la fiesta de Navidad. La alegría que provoca esta celebración contrasta con el anuncio de una operación militar. La seguridad de los habitantes de El Mozote está en peligro y deben desplazarse a otros municipios.
Durante una madrugada y las primeras horas del día que sigue ocurre una terrible masacre que acaba con la vida de la mayoría de los habitantes del pequeño pueblo. Solo algunos pocos sobreviven y cantan un adiós camino al exilio.