La pandemia de COVID-19 reveló las carencias históricas en Centroamérica. Incluso naciones desarrolladas en Europa vieron colapsar sus redes públicas de hospitales ante la avalancha de contagios que habían evolucionado en casos graves.
Guatemala y Honduras están sufriendo una verdadera crisis con el impacto de la enfermedad, con hospitales con más del 100 % de su capacidad, aumento de casos, constantes confinamientos e incluso se mantiene el toque de queda en ciudades hondureñas, en tanto que Guatemala está volviendo a las restricciones mientras padece un lento ritmo de vacunación y la escasa llegada, casi por goteo, de vacunas contra el coronavirus.
Los gobernantes hondureños apostaron por desfalcar a sus habitantes con hospitales de campaña que resultaron ser un fraude: ahora no solo no tienen dónde atender a sus ciudadanos, sino que también los autores enfrentan la cárcel por sus actos delictivos.
Eso es lo que habría pasado en El Salvador si los mismos de siempre hubieran estado en el poder. En su lugar, el pueblo salvadoreño cambió el rumbo de la historia y eligió en 2019 a Nayib Bukele como presidente y, con ello, la transformación de la nación. El país ha sido calificado como un modelo por la Organización Mundial de la Salud (OMS) por su manejo de la pandemia, que, en lugar de encontrar la red de hospitales ruinosos que heredaron ARENA y el FMLN, halló la remodelación, reparación y ampliación en tiempo récord, además de la construcción del Hospital El Salvador, referente internacional por la recuperación de pacientes con COVID-19.
Por eso la oposición que aún controla la Corte de Cuentas se lanza contra el Hospital El Salvador para tratar de golpear al Gobierno con una auditoría que cuestiona el uso de fondos públicos, argumentando la falta de cumplimiento de procedimientos engorrosos, como si había tiempo para enfrentar la pandemia.
Pero no solo fue la respuesta médica ante la crisis sanitaria, sino también ante sus efectos, como la asistencia alimentaria a la población y el respaldo económico por medio de transferencias directas de dinero a los ciudadanos y a las pequeñas y medianas empresas, para que resistieran la baja del consumo por las restricciones iniciales. La economía nacional ha crecido y se potenció el turismo, que atrajo a cientos de atletas y comitivas al torneo mundial de Surf City. Además, se han asignado suficientes fondos para atender la primera infancia y la promoción de viviendas, se aprobó un aumento al salario mínimo y se combate efectivamente la corrupción. Se trata de grandes deudas que los políticos tenían con la sociedad durante décadas. Ha llegado el momento de saldarlas y de cambiar el rumbo de la historia.