Hay que tener mucho cuidado de con qué tipo de personas nos relacionamos, porque no todas abonan positivamente a nuestra vida. No es secreto que podemos tener amigos con los que compartimos una gran cantidad de gustos o aficiones, o parejas con las que tenemos muchas cosas en común. También somos testigos día con día de personas que son polos opuestos, que son amistades o relaciones amorosas que lo único que hacen es dañar, pero siguen teniendo una relación estrecha.
Hay que cuidarse de las personas con una valoración excesiva de sí mismas, que en una palabra se resume como ego. En la vida los excesos son dañinos, así que cuando alguien percibe que su valoración excesiva está siendo amenazada, puede actuar de manera que quiera proteger o mantener su ego intacto.
Sigmund Freud, médico neurólogo y llamado padre del psicoanálisis, planteó el concepto de mecanismos de defensa y estableció varios tipos: los que están encaminados a satisfacer impulsos y no ofender el carácter moral, pero estas defensas o justificaciones del ego pueden ser peligrosas en las relaciones interpersonales.
Ya he compartido con ustedes que es indispensable tener un equilibrio adecuado del autoconcepto, la autoimagen y la autoaceptación, para que no permitamos que personas se aprovechen de nosotros, pero ahora los invito a identificar a las personas que pueden dañarnos por el hecho de que quieren resguardar su ego.
Debemos cuidar la ecología de nuestro entorno con personas que no aportan positivamente a nuestras vidas; por lo tanto, debemos estar muy atentos a las personas que en situaciones se comportan con resentimiento y oposición a peticiones, no desean acompañarnos a lugares o compartir con algún grupo específico de amigos excusándose que no les gusta relacionarse con muchas personas, se niegan a cambiar una actitud que consideramos negativa o un cambio de conducta que nos afecta justificándose con un «así soy». Cuando hacemos las peticiones de ciertos cambios y las personas postergan o comenten errores intencionales, podemos presuponer su oposición a la petición hecha. En ningún momento nos dirán un no definitivo, pero lo demuestran de otra manera: pueden darnos quejas frecuentes de sentirse despreciados o engañados y exigirnos más atenciones hacia ellos.
Lo anterior en ningún momento presenta conductas alteradas que incluyan gritos o golpes, todo lo contrario: son conductas sutiles. A estas personas se les cataloga como «agresivos pasivos». Con esas acciones que pueden pasar hasta desapercibidas pueden iniciar negociaciones que se convierten en manipulación y para nada son personas positivas en la vida de nadie. Nadie quiere un amigo que solo desea aprovecharse de alguna manera de nosotros, que quiere controlar cómo nos comportamos. Para nadie es adecuado tener una pareja que nos quiere ordenar qué vestir, con quién hablar o socializar. Está lejos de ser una relación amistosa o amorosa saludable.
Las relaciones personales deben fluir adecuadamente, existir un equilibrio de bidireccionalidad. Si nosotros sabemos seleccionar con quiénes relacionarnos sanamente y compartir pensamientos, ideas o emociones, tratemos de contagiar a nuestros familiares o amigos, sin atacarlos, demostrarles amor, comprensión, ayudarlos a identificar racionalmente situaciones que vivan y que les está afectando. Si no podemos hacerlo, sugerirles que busquen ayuda de profesionales de la salud mental, porque podrían estar conviviendo con personas negativas y necesitar la adecuada orientación para cuidarse mental y emocionalmente.