Sonríe con toda la alegría del mundo y tiene un brillo en sus ojos que nos recuerda la pureza de corazón y espíritu que puede existir en un ser humano. Vestida con su traje de gimnasta, Fátima Espinoza, una atleta con síndrome de Down que es parte del programa de Olimpiadas Especiales en El Salvador, se expresa con total seguridad y mucha fluidez dejando en claro que no hay barreras que no puedan superarse y demostrando el talante de oro que posee.
Nacida en Sonsonate, en 1992, Fátima es una joven próxima a cumplir de 29 años de edad, de los cuales ha dedicado 20 a la práctica de la gimnasia y el atletismo, algo que la ha llevado a representar a El Salvador en los Juegos Mundiales de Verano de Olimpiadas Especiales, en Shanghai, en 2007 inicialmente y luego en las mismas competencias celebradas en Los Ángeles, Estados Unidos (2015) y Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos (2019)
Una ganadora por naturaleza
En todas las competencias, Fátima demostró sus cualidades deportivas y dejó en claro su calidad, lo que le permitió obtener varias medallas, las cuales atesora con mucho amor como la muestra de los frutos que deja la perseverancia, la disciplina y el esfuerzo.
«Fátima tiene 20 años practicando la gimnasia artística. Hubo un tiempo que dejó de practicarla, en 2001, y comenzó nuevamente en 2006. Ha tenido la oportunidad de estar en muchas competencias a nivel nacional, a nivel de zona también. Ha tenido la oportunidad de representar a El Salvador en tres mundiales: en 2007, en Shanghái, en 2015, en Los Ángeles y en 2019 en Abu Dabi», explica su tío, Rigoberto Espinoza.
«En China trajo cinco medallas. Ella practica cuatro aparatos: salto, viga, barra y piso. Ganó tres oros, una plata y un bronce, en 2007. En 2015 ganó un oro, una plata y un bronce. En 2019 ganó un bronce. Son las medallas internacionales que ella ha podido obtener», agrega.
«En China trajo cinco medallas. Ella practica cuatro aparatos: salto, viga, barra y piso. Ganó tres oros, una plata y un bronce, en 2007. En 2015 ganó un oro, una plata y un bronce. En 2019 ganó un bronce. Son las medallas internacionales que ella ha podido obtener», agrega.
Fátima tiene claro que no se trata nada más de llegar y competir. Para ganar, debe prepararse de la mejor manera. Además, asegura que siente un amor especial por los deportes, algo que siempre le ha ayudado a mantenerse en buena forma física y, también, disfrutar de la vida y de nuevas experiencias en otros países y en contacto con otras culturas.
«Me encantan los deportes. Siempre estoy entrenando mucho para ser la mejor. Me gusta la gimnasia para poder mantenerme en forma. Entrenó todas las semanas, por las tardes. Pero, por la pandemia, tuve que adaptarme a entrenar desde mi casa. He sentido diferente. Pero me gusta mucho competir y dar lo mejor», explica con mucho entusiasmo.
Precisamente la situación derivada de la pandemia por la COVID-19 en El Salvador y el mundo ha cambiado un poco el ritmo de vida deportiva de Fátima. Sin embargo, las adversidades no son un obstáculo para que siga entrenando y manteniéndose preparada para que, cuando vuelva la posibilidad de competir internacionalmente, pueda poner en alto el nombre de El Salvador.
«Durante la pandemia fue como volver a comenzar. Se comenzaron a calificar habilidades. Como Olimpiadas Especiales, vimos la disciplina y la constancia por parte de los atletas y, por parte de la familia, vimos cómo tuvieron que adaptarse a aprender a tomar videos y a apoyarlos siempre. Fátima es súper constante y ella es un ejemplo de los valores que hacen que una persona llegue lejos», detalla Sandra Uceda, de Olimpiadas Especiales.
Una joven líder al servicio de su comunidad
Rigoberto es claro al señalar un aspecto importante en la vida de Fátima: el apoyo no solo de su familia, sino de instituciones como Olimpiadas Especiales, quienes contribuyen a que personas con síndrome de Down o con otras discapacidades físicas puedan desarrollarse a plenitud en una sociedad a la que aún le hace falta trabajar mucho para generar una verdadera inclusión.
«Hemos encontrado instituciones que nos han ido apoyado. Desde que Fátima tiene 8 años conocimos a Olimpiadas Especiales. En un primer momento inició con atletismo, pero después se cambió a gimnasia. Además de ser atleta, Fátima tiene varios años de pertenecer al programa de Atletas Líderes, siempre de Olimpiadas Especiales», explica.
Pero, así como también Fátima es una joven que lidera a otros en cuanto a lo deportivo, así también ha encontrado un espacio en su vida para el servicio a la comunidad, especialmente en el cuidado, educación y enseñanza a niños en el departamento de Sonsonate, donde reside junto a su familia.
«Ella es asistente de maestra, desde el año 2015, desde el Colegio San Francisco de Asís, en Sonsonate. Ella es la que está pendiente de cuáles son las tareas, del cuidado de los niños», explica Rigoberto.
El camino de Fátima para dedicarse al trabajo con otros niños no ha sido fácil. Su familia mostró cierto recelo y temor cuando a ella se le abrió este camino. Sin embargo, entendieron que la joven tiene el derecho a demostrar su capacidad y ser parte de las personas que con esfuerzo y dedicación pueden volverse un ejemplo para la sociedad.
«Fátima estaba en un taller de transición a la vida adulta en Paraíso Down. Ahí estaban en este taller, viendo sus habilidades y viendo donde la podían reincorporar. Se dio un programa de pasantías, pero eran aquí en San Salvador y no hallábamos la manera en que pudiera comenzar. Se abrieron oportunidades con varias empresas, pero todas eran en San Salvador y solo medio tiempo», explica Rigoberto.
«Pero, en eso vimos la oportunidad en una institución llamada Casa Escuela, que fue la que nos acompañó en impulsar el proyecto de que ella se incorporara al Colegio. Estuvo un año en pasantía no remunerada y después el colegio tuvo a bien incorporarla totalmente», agrega.
Para Fátima, ayudar a los niños es un deleite y una experiencia que le permite contribuir a formar a los más pequeños con un espíritu inclusivo y dejando fuera todo tipo de estigma o prejuicio. Con una sonrisa, la joven asegura que le encanta el tiempo que pasa con los más pequeños y señala lo mucho que disfruta siendo parte de su formación y crecimiento.
«Me gusta ayudar a los niños más pequeños, ayudarles en sus tareas y en sus exámenes. Me encanta tener detalles con ellos. En realidad, me gusta estar con ellos», comenta Fátima.
Tiempo para el emprendimiento y la fe
Pero la rutina de vida de Fátima no se queda solo en el deporte o en su trabajo con niños. Desde 2011, la joven emprendió un nuevo reto: ser micro empresaria de bisutería, algo que la ha llevado a participar en diferentes ferias realizadas en empresas y centros comerciales. Además, recientemente ha incursionado en el arte de la pintura.
Sin embargo, uno de sus pilares de vida es su fe y el trabajo que realiza en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, en Sonsonate, donde trabaja liderando a jóvenes y sirviendo en la Pastoral Juvenil de dicha parroquia. Además, forma parte del grupo de asesores de Infancia Misionera, siempre en la misma feligresía religiosa.
Todo ese trabajo y éxito también ha sido reconocido a escala nacional. El pasado 15 de junio de 2018, la Asamblea Legislativa le otorgó a Fátima la distinción honorífica como «Noble Deportista de El Salvador», gracias a su increíble currículum deportivo y a la exitosa forma en que ha representado a El Salvador en diversas partes del mundo.
También, en diciembre de 2019, la joven recibió el galardón de la Espiga Dorada como Estrella del Deporte de Olimpiadas Especiales, una distinción entregada por la Fundación Educando a un Salvadoreño (FESA) e Industrias La Constancia. Así mismo, la municipalidad de Sonsonate la ha condecorado en varias ocasiones, así como también la Asociación AGAPE El Salvador, entre otras.
En su trayectoria, Fátima ha ganado más de 100 medallas a niveles departamentales y nacionales, ganando otras nueve por sus participaciones en el plano internacional. Sin embargo, su sonrisa sigue siendo la misma: una que refleja amor, esperanza y sueños por seguir demostrando que no hay barrera que pueda detener a una salvadoreña cuando decide alcanzar el éxito.