Quizá por mi carácter y mi formación un tanto conservadora desde mi niñez no he sido dado a participar en el marco de las fiestas julias en la ciudad de Santa Ana, que se celebran del 17 al 26 de julio, teniendo como días principales 24, 25 y 26 del mismo mes.
Creo que es importante remontarse a la historia de cómo se originan estas famosas festividades. Se dice que tienen su origen el 26 de julio de 1569, cuando el entonces obispo de Guatemala, Bernardino Villalpando, visitó Sihuatehuacán (antiguo nombre de esta población), que en lenguaje náhuat significa «ciudad de sacerdotisas», quedando impresionado con la belleza del lugar y bautizándolo como se conoce ahora, Santa Ana. Era parte de las funciones que peninsulares y criollos de la época tenían, nombrar poblaciones; y justo eso ocurrió.
La actual Santa Ana, como segunda ciudad en importancia del país, tiene una rica historia basada en la producción cafetalera, la cual en su época de oro permitió la construcción de íconos de la arquitectura que ahora forman parte del centro histórico, entre ellos, el Casino, la catedral y el Teatro, uno de los más bellos de la región, construidos a inicios de los años 1900. Años antes se había construido la Escuela de Artes y Oficios Mariano Méndez (ahora bien protegido), que inició labores en 1855; y el Palacio Municipal, que data de 1883; por otra parte, nuevas generaciones de santanecos fueron construyendo —por iniciativa privada o estatal— edificaciones icónicas como el Colegio Bautista y el edificio que albergó al desaparecido Colegio La Asunción, ahora ocupado por instituciones educativas del sector público (escuelas Napoleón Ríos, Humberto Quintero, Biblioteca Pública y kínder Federico Vides), es decir, el centro histórico de Santa Ana es rico culturalmente hablando.
La personalidad del santaneco es única, pues su tono de voz y buenos modales permiten que en la actualidad un buen segmento de población joven sea contratado por empresas nacionales e internacionales en los conocidos «call centers» y empleos afines.
La intención de presentar parte de su historia es para que se conozcan a escala nacional e internacional algunas pinceladas de nuestra historia, pero lo que en realidad busco destacar es lo más contemporáneo, derivado del descuido en el que alcaldes y alcaldesa de pasados gobiernos hicieron caer a la histórica Ciudad Morena, la ciudad de los 44, o en términos deportivos como se le identifica: la Cuna del Tigre, en alusión al equipo local C. D. FAS.
Lo cierto es que la actual gestión municipal se destaca por la eficiente coordinación con las entidades gubernamentales lideradas por el presidente Bukele y el gobierno municipal para reconstruir gran parte de la red vial de la ciudad, algo que durante muchas décadas no se veía, así como la construcción de pasos multinivel, en el caso particular zona de Unicaes, pero lo que más destaca es el clima de seguridad que ahora se respira, pues permite que genere y se promueva la dinamización de la economía, desde los más pequeños hasta los medianos y grandes empresarios, quienes ahora pueden destinar lo que antes se pagaba en la mal llamada «renta», a potenciar sus negocios e inversiones.
Como dije al principio, mi formación y mi carácter conservador, y quizás un tanto recatado, no me permitió tener una niñez con participación o involucramiento en actividades relacionadas con las fiestas patronales, pero sí puedo referirme al carnaval juliano que en sus primeras ediciones se realizó en la llamada 20.a calle poniente (zona del IVU), y recuerdo que cerca de donde veía las presentaciones asesinaron a sangre fría a un cadete que andaba de licencia; posteriormente, trasladaron dichos festejos a la conocida 25.a calle poniente, y durante el primer año de gestión de una alcaldesa del partido ARENA las pandillas lanzaron una fuerte amenaza, y se desarrollaron en un clima tenso e inseguro; me refiero a las fiestas de 2018. Ahora me permito establecer una comparación con el carnaval juliano, desarrollado el 22 de julio, con un ambiente pleno en términos de seguridad, para el cual —y de manera previsora — el alcalde utilizó un cuadrante de calles y avenidas que presagiaban un carnaval sin precedentes, y así ocurrió; la población santaneca disfrutó y el comercio local se desarrolló en gran manera.
Es así como Santa Ana tuvo sus fiestas, y particularmente su carnaval juliano, único en su género, destacando la seguridad pública, que es una constante del presidente de la república, Nayib Bukele, al buscar salvaguardar la vida de todos los salvadoreños