Hoy, aquí, bien atmosférico, quizás más universal que cuando me creía de importancia entre electrones y protones de un cuerpo supuestamente material y todavía más absurdo como ser humano. Aquí, imaginando a aquellas 11,000 vírgenes que nos aseguraban los creyentes que estaban en el cielo… Siempre con la misma hipócrita como falaz historia de que los inocentes y los pobres se ganaban por derecho ese «statu quo» celestial, mientras los ricos y las mujeres de buen vivir gozaban el placer y el honor de la gran vida, sin remordimientos, como debe ser, porque así, en resumidas cuentas, es el todo universal de nuestra volátil y gozosa idea de ser materia para ganarnos el infierno.
Nos vamos marginando a la orilla del terrenal camino… por una vereda vamos arrastrando los pasos, llegando a los virtuosos años supuestamente finales… Y recuerdo a mi abuela cuando me hablaba de los prodigios de Matusalén concibiendo a Lamec a los 187 años, y luego de eso vivió 780 años más; era una gran esperanza de vida que debería tener «si me cuidaba, si me alejaba de amoríos y pendencias carnales de aquella desaforada juventud». —Sí, abuela, seguiré frecuentando la iglesia y oyéndole el sermón al cura Ignacio, que solo se echaba los tragos en misa y en el confesionario se ligaba a las desdichadas para meterlas detrás del altar y curarles el alma con oraciones: “Hija mía, pórtate bien, anda, ponte derechita, muévete así en la vida y serás muy dichosa”… Eso escuchaba yo cuando hacía de monaguillo, abuela.
Bueno, pero no detengamos los pasos universales, absolutos y biológicos de nuestra especie; esa piel escamosa y de estratos córneos se va secando adosada a los blandos huesos y se va haciendo gelatina el esqueleto convertido en deficiencias, por diversos factores (nutricionales, hormonales, paracrinos, mecánicos y genéticos. La masa corporal magra también se disminuye debido a la pérdida de masa muscular esquelética y la progresiva disminución de las fibras musculares… proceso que se conoce como «sarcopenia»).—Terrible, el poeta se dejó atrapar por las verdades amargas y las feas palabras que escriben los entendidos en vez de seguir elucubrando sueños en la poesía de la vida. Pero sigamos en esta divina comedia como es «el final del camino»…
Luminosidad en el destino tendremos siempre maquinando versos, vistiendo de novia a la luna en otoño, cuando Venus se aproxima con su carnaval de estrellas acompañando la mañana sus dulces violines. ¡Entonces vivimos! Olvidamos la noche anterior apesadumbrada y hoy los coros celestiales y los infernales, serafines, querubines, virtudes, Abaddon, Abezi, Abigor, todos unidos en un canto universal nos dan la bienvenida al poetizar de los sentimientos comunes en el interlunio y plenilunio de nuestras vidas.