El pago de impuestos es un deber ciudadano. Estos constituyen los fondos que el Estado invierte en la ejecución de obras sociales, en la atención de los enfermos y en proyectos cuyo fin es llevar progreso a cada rincón del país. Esos son los destinos que se espera que tengan los impuestos, aunque lo que vimos en los últimos gobiernos fue que estos terminaban en las bolsas de funcionarios corruptos, eran enviados a paraísos fiscales o se usaban para financiar mansiones y otros lujos.
Los impuestos no deben ser pagados solo por los ciudadanos. También las empresas están obligadas a hacerlo, y eso debe cumplirse sin distinciones de giros comerciales. Por eso «Diario El Salvador» adoptó desde su origen el pago de los impuestos que genere la venta de los periódicos, decidió no escudarse en una ley del siglo pasado y cumplir sus deberes y obligaciones. Su gran aceptación popular demuestra que ha sido una decisión acertada, además de justa.
El pago de impuestos es ineludible para todas las personas asalariadas, a quienes de sus ingresos se les descuenta el impuesto sobre la renta (ISR); además, cada vez que compran bienes o servicios pagan el impuesto al valor agregado (IVA). A eso se agregan los otros impuestos, aquellos sujetos a las diversas actividades económicas, como los que se cargan al tabaco y al alcohol para financiar el Fosalud.
Por tanto, pagar los impuestos debe ser algo presente en la agenda de todos; sin embargo, siempre hay personas y empresas que prefieren engañar al fisco y evadir sus obligaciones. No se trata de que estén asfixiados y de que no puedan pagar, sino que optan por no hacerlo para no mermar sus ganancias. Así se han creado imperios en la economía informal, pero también se fortalecen las empresas que se burlan de la ley para multiplicar sus ingresos.
El ministro de Hacienda, Alejandro Zelaya, dijo ayer que el Estado ha recuperado $180 millones en impuestos evadidos, y que todavía hay 54 empresas que han dejado de pagar $35 millones.
Cada dólar y cada centavo cuentan. No se trata de exprimir a las empresas para que paguen lo que no tienen, sino de que cumplan sus obligaciones y contribuyan al progreso del país. No podemos despegar como nación si todavía existen empresarios y ciudadanos que creen que está bien no pagar impuestos.
Esos fondos servirán para darles mantenimiento a las calles, para que las medicinas no falten en los hospitales y para atender las emergencias de los más necesitados; en suma, para hacer a El Salvador más grande.