El crecimiento porcentual del consumo es mayor al porcentaje del ahorro e inversión en El Salvador en los últimos decenios. La demanda de bienes de consumo supera con creces al nivel de producción e inversión, nos volvemos cada vez más consumistas; por consiguiente, los niveles de ahorro no crecen en la misma proporción ni los niveles de inversión. Al darse eso, el empleo formal tampoco incrementa, creándose un círculo vicioso del cual no salimos. Para empeorar el panorama, los costos operativos se han visto incrementados por la dependencia del aumento del uso de combustibles fósiles cada vez más caros y la ruptura de la cadena de suministros desde la pandemia; nuestros niveles de productividad, por tanto, disminuyen. Todo esto es de carácter coyuntural; en el plano estructural histórico, la cada vez más grande brecha en los ingresos no permite que los mercados se amplíen, producto de los bajos salarios y pocos puestos de trabajo formal disponibles. El sector informal crece cada año y la baja productividad en el sector de la pequeña empresa agrava la situación. Entonces, ¿cómo revertimos ese bajo crecimiento?
Programa del ahorro productivo con beneficios tangibles y reversión de la dinámica actual en cuanto al incremento del salario real, esto trae un incremento al consumo y a la inversión, y un efecto multiplicador que dinamiza el crecimiento, todo un plan de fomento a la inversión extranjera vía disminución de aranceles e incentivos y ventajas migratorias a los inversionistas. Todo esto es posible gracias al exitoso plan de seguridad control territorial y al régimen de excepción, y sus excelentes resultados al convertirnos en el país más seguro de Latinoamérica. La llegada de empresas extranjeras en áreas tecnológicas propicia mayores ingresos para nuestra población económicamente activa, lo que lleva a lo que siempre mantenemos, el incremento al consumo interno para generar más producción de bienes y servicios, lo que nos lleva a crecimientos a través del tiempo.
Los pasos que ya dimos son la base; primero, la seguridad en todo el territorio; luego la inversión en carreteras, puentes, puertos, aeropuertos y todo lo que agiliza el traslado de personas y productos, legislación que propicia inversión tecnológica, aprovechar el uso de dos monedas de curso legal y nuestra posición geográfica. Es imperativo el apoyo crediticio y en capacitaciones de alto nivel a nuestra dinámica pequeña y mediana empresa. El desarrollo de la periferia es condición para que la mayoría de la población se integre al proceso.
Hoy es el momento, hoy es cuando, todas las variables de la ecuación están dadas, el paso cualitativo donde cada uno de los salvadoreños estemos convencidos de que es un proceso viable, que con una actitud mental positiva todo es posible, que no dudemos de que tenemos todo para lograr ese crecimiento como sociedad, que no importa el tamaño de nuestro territorio, que nos quitemos el estigma del atraso cultural o las costumbres y forma de ser, que no tenemos las cualidades anglosajonas como la determinación, el sacrificio, la consistencia. Tenemos esas cualidades y otras más, somos solidarios, emprendedores, trabajadores, somos un pueblo honesto, dinámico, innovador. Por tanto, sigamos con nuestro proceso, ya logramos hacer la base sólida y nos hemos convertido en el país más seguro de Latinoamérica. Si esto se hizo posible, ¿quién dice que no podemos lograr crecer económica y socialmente?
Tenemos ejemplos en condiciones similares en otras latitudes: Japón, Singapur y Corea del Sur. Sin mayores recursos naturales, sin grandes extensiones de tierra, solo la voluntad de su gente y el fuerte liderazgo que la motivó y guio a través de su proceso; por tanto, hoy en nuestro país se conjugan todas esas variables y la firme convicción de que es posible. Los crecimientos graduales y sostenidos nos encaminarán a una vía hacia el desarrollo.