ARENA y el FMLN montaron un esquema de corrupción que tenía múltiples niveles. La dirección del sistema estaba en el Órgano Ejecutivo, en tanto que la Asamblea Legislativa funcionaba como facilitador de las componendas y mecanismo para pagar los sobornos.
Los presidentes de ARENA y el FMLN dirigían el entramado de corrupción, como demuestran los procesos judiciales contra ellos, acusados de sustraer millones de dólares de las arcas del Estado. Solo Mauricio Funes, el primer presidente del Frente, se llevó más de $351 millones, cantidades que eran retiradas en efectivo de las cuentas del Gobierno y trasladadas en bolsas negras. El predecesor de Funes, Antonio Saca, de ARENA, fue condenado por corrupción, con un estimado de $300 millones robados al pueblo salvadoreño.
Para que estos políticos llegaran al poder fue necesario que invirtieran dinero en las campañas electorales. Millones de dólares se gastaban en publicidad, lo que volvía dóciles y colaborativos a los medios de comunicación tradicionales, actuales órganos de propaganda de la oposición. Con tanto dinero en juego, todos sacaban una raja.
El origen de buena parte de esos fondos estaba en manos privadas, financistas particulares que esperaban retornos sustanciosos por su inversión en la política. Así, la Asamblea Legislativa controlada por ARENA-FMLN aprobó una serie de decretos que permitieron a sus financistas evadir el pago de impuestos.
Además, muchos de los contratos del Estado se otorgaban a dedo a estos patrocinadores de la política, por lo que no solo recuperaban los millones «donados», sino que obtenían ganancias que también aceitaban la maquinaria de la corrupción.
Siendo así el nefasto sistema de ARENA-FMLN es entendible por qué Eduardo Escobar, director ejecutivo de la ONG Acción Ciudadana, llamó «cobardes» a los exfinancistas de la vieja clase política. «Lo más cobarde en este mundo es un millón de dólares. Siempre se va a cuidar ese millón de dólares, y eso es entendible que aquellos que han estado apoyando a los partidos políticos tradicionales con sus finanzas, con sus aportes, saben que estos no tienen poder político», expresó recientemente en la entrevista Frente a Frente, de TCS.
El cinismo es contundente: «Aquí, y digámoslo claro, y no estoy diciendo que esto sea ilegal, pero una empresa que financia a un partido o candidato lo está haciendo porque no necesariamente es una vocación democrática. Sí hay un interés de por medio, desde el interés de que no me apruebe esta ley porque me va a afectar o que la apruebe porque me va a beneficiar».
Ese esquema se desmontó. Y por eso el llanto y lamento de la oposición y de sus aliados: han perdido el poder que les generaba tantos ingresos.