Este martes, el presidente Nayib Bukele anunció en sus redes sociales que las autoridades habían trasladado a más de 2,000 pandilleros desde diversos centros penales hasta el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), la cárcel más segura del continente.
Desde ciudades como San Vicente, Izalco y Ciudad Barrios, vehículos de la Dirección General de Centros Penales llevaron a los mareros bajo estrictas medidas de seguridad. «Ahí pagarán por los crímenes cometidos contra nuestro pueblo; incomunicados con el exterior, sin posibilidad de salir ni de ordenar crímenes desde la cárcel», escribió el presidente Bukele en sus redes sociales, mensaje que iba acompañado de un video del traslado de los criminales.
Para los ciudadanos honrados, esta es una noticia excelente. Ya el sistema de prisiones salvadoreño es internacionalmente reconocido por estar bajo completo control del Estado, donde el orden y la disciplina funcionan y se trata de instalaciones en donde los delincuentes llegan a cumplir su condena. Sin embargo, que sean enviados al Cecot es un mensaje contundente: no hay ninguna consideración para los responsables de haber asesinado a millares de salvadoreños ni para aquellos que vivieron extorsionando a humildes familias.
El Cecot todavía tiene espacio para alojar a los criminales más salvajes que los gobiernos anteriores de ARENA y del FMLN mantenían en libertad. O que permitían que controlaran las cárceles, desde donde ordenaban homicidios y extorsiones y en donde disfrutaban de privilegios, como las famosas fiestas con prostitutas y alcohol.
El éxito del régimen de excepción para aplicar en el país el Plan Control Territorial ha permitido que más de 80,000 pandilleros y colaboradores hayan sido detenidos, procesados y enviados a prisión, lo que ha permitido que una nación entera haya conquistado la paz.
Sin embargo, lo que para el pueblo es motivo de celebración, para algunos pocos aliados de las pandillas es una mala noticia. Esta semana se divulgó un extenso artículo en un sitio web en el que escriben, de manera lastimera, las penurias por las que tienen que pasar los pandilleros que huyen de la aplicación de la ley.
En el sitio Focos se llega a comparar a criminales prófugos de la justicia con migrantes y se lamentan de que dejaron de «controlar El Salvador a malvivir en el extranjero, temerosos de ser deportados».
Solo mentes pervertidas pueden salir en defensa de criminales responsables de asesinatos, violaciones, extorsiones, tráfico de drogas, entre muchos otros delitos. Para ellos, una «dictadura» los persigue. Para todo el pueblo salvadoreño, en cambio, se trata de la justicia siendo aplicada por primera vez en la historia.