La muerte de 12 ciudadanos salvadoreños la noche del sábado 20 de mayo en lo que debió haber sido una celebración deportiva no quedará en la impunidad. El presidente Nayib Bukele instó a la Policía Nacional Civil (PNC) a apoyar las investigaciones de la Fiscalía General de la República (FGR) para encontrar a los responsables y llevarlos ante la justicia para que paguen por sus acciones.
Tanto la Federación Salvadoreña de Fútbol (Fesfut) como las directivas del club anfitrión y del arrendador del estadio Cuscatlán están bajo el escrutinio de las autoridades por el papel que tuvieron antes, durante y después de la tragedia, que ha llenado de luto a una docena de familias y que llevaron a que el país figure en las noticias internacionales como escenario de una tragedia que se pudo haber evitado si los controles y las regulaciones se hubieran cumplido.
La velocidad de las investigaciones dentro de las autoridades del fútbol salvadoreño no avanza como la sociedad lo demanda, y hemos oído que su prioridad no es la vida de los aficionados, sino la reactivación de la maquinaria que produce dinero a los dueños de clubes y dirigentes.
La frase «la vida continúa, el fútbol tiene que continuar también» demuestra una falta de empatía tan grande hacia las víctimas y las familias dolientes que pone en duda el compromiso de la dirigencia actual del deporte para que estas tragedias no se repitan.
De acuerdo con analistas de seguridad, en el partido del sábado pasado entre Alianza y FAS no se cumplieron los protocolos internacionales, e incluso se debate sobre la ausencia de autoridades neutrales dentro del recinto deportivo.
Por eso también se maneja la posibilidad, dentro de las investigaciones, de perfilar como homicidios las muertes de los aficionados, que pueden ser producto de negligencia o de actuaciones criminales, como la sobreventa o la falsificación de entradas en un evento deportivo que había generado muchísima expectativa entre dos de las aficiones más grandes del país. La pronta actuación del sistema nacional de salud logró reducir la cantidad de decesos a consecuencia de la estampida suscitada en el estadio Cuscatlán.
Cincuenta ambulancias llegaron en pocos minutos al estadio y los lesionados fueron atendidos inmediatamente en los hospitales, que no reportaron letalidades entre los aficionados que recibieron atención médica.